El término capitalista es previo a la palabra capitalismo, tiene origen en el Hollandsche Mercurius refiriendo a los dueños del capital. Más tarde, será usado por Arthut Young, Ettene Claviery y David Ricardo, siendo este último quien estableció mejor las diferencias de clase con respecto a la ganancia y el salario. No fue sino hasta mediados del S. XIX que la palabra capitalismo se recurrió a uso común. Se le atribuye a Louis Blanc, un socialista no marxista, la creación de la palabra capitalismo en su Organisation du travail.

Louis Blanc se refirió a este como la apropiación del capital por parte de unos excluyendo a otros, Proudhon luego usó la palabra en su obra La guerra y la paz, donde se refirió al capitalismo como un sistema que vuelva todo a finanzas y transformas los servicios públicos en patrocinadores corporativos. Karl Marx es el siguiente que contribuyó a la definición de capitalismo, aunque suele referirse a este no como sistema, sino como modo de producción histórico, en el que suele concurrir la desigualdad económica como una de sus características. 

Para Marx el capitalismo es un modo de producción histórico de dominación que se basa en  el tiempo de trabajo, el capital y el valor,1 como principales mediadores de la vida humana. Las consecuencias más directas son la desigualdad monetaria, la (re)producción masiva de mercancías y la dependencia social de producción de individuos aparentemente independientes.

Cuando actualmente hablamos sobre el capitalismo se suele pensar en este como como un sistema socioeconómico que se basa en la propiedad privada de los medios de producción y la libertad económica.

Pero como se ha visto, las concepciones iniciales de dicho «sistema», tenían un significado más general:

Antes de continuar, como afirmó Murray Rothbard (1972): «Cuando nos damos que la palabra la acuñó su las famoso enemigo, Karl Marx, no resulta sorprendente que un analista neutral o pro-«capitalismo» pueda encontrar impreciso el término» A pesar de equivocarse con el creador de ella palabra, afirma de forma ingeniosa que el término es impreciso.

Para evitar las nociones propagandísticas de definir a dicho sistema como un determinismo transhistórico de voluntarismo de mercado «libre», en el que el mercado capitalista era a la vez una ley natural inmutable y la perfección de la elección humana y la libertad, se recurrirá a una explicación histórica, tanto desde posturas y términos marxianos, como fuera de estos mismos. El capitalismo surge esencialmente del feudalismo, la versión clásica, presentada primeramente por Adam Smith y usada en las primeras obras de Marx, sugiere que el preludio de la «sociedad comercial» era un proceso de acumulación previa en el que la riqueza se acumulaba mediante la perspicacia comercial y la frugalidad, hasta que finalmente era suficiente para inversiones sustanciales.

Antes de analizar la transformación del Feudalismo al capitalismo, hay que observar lo que realmente fue el modo de producción feudal, en términos marxianos, un modo de producción constituye las relaciones de producción y fuerzas productivas. Las primeras se basan en relaciones sociales dentro del proceso productivo que se manifiestan como relaciones de propiedad o jurídicas; las segundas son formas de trabajo social históricos, determinados como 1) relaciones de dependencia personal

2) independencia personal pero dependencia social de individuos aparentemente independientes

3) libre individualidad bajo dependencia de productividad colectiva.

El feudalismo aparece como un sistema donde el poder político está descentralizado pero con existencia de distinciones sociales de clase, dichas relaciones dependían de las «propiedades» vinculadas a la nobleza o alguna veces a una pequeña aristocracia.

El modo de producción feudal corresponde a la relación de dependencia personal donde la producción era casi totalmente agrícola y su producto entraba en el consumo, o se usaba en el pago directamente, es decir, sin pasar por la etapa intermedia de compra y venta. El productor tenía la obligación, basada en la ley o el derecho consuetudinario, de dedicar cierta parte de su trabajo o de su producción en beneficio del dueño del feudo.

Entonces, ¿Cómo fue la transición? La transición del feudalismo al capitalismo aún genera mucho debate en círculos académicos, ya que muchos historiadores sitúan diversas de las relaciones capitalistas a tiempos previos de las causas ya conocidas que llevaron a su distinción como sistema, muchos incluso afirmando que el capitalismo en sí mismo va contra las leyes de mercado o comercio antiguo, sea parte del sistema de trueque o mercantil simple.


La transición

A la hora de tratar acerca de una transición, es necesario definir hacia qué se transita, ya que incluso durante el modo de producción feudal  hubo mercados y comercio, que fácilmente pueden confundirse con la definición tradicional de capitalismo o la transición básica que busca naturalizar el ‘sistema’ vigente.

Claro que hay diferencias entre el mercado pre-capitalista y el capitalista, como señaló Ellen Meksins Wood un proceso para diferenciar al capitalismo de las formas de mercado que le precedió a las cuales llamó imperativos de mercado. Se puede decir que tanto el capitalismo como el mercado anterior tenían determinadas relaciones dominantes de clase y estado, pero diferían en los demás procesos.

La principal diferencia era que el mercado pre-capitalista no poseía las características que comúnmente identifican los imperativos de mercado. Eran mercados locales de campesinos y granjeros, que buscaban vender las sobras de su trabajo, más no era un excedente del tiempo de producción, tampoco había una maximización del lucro por necesidades sistemáticas a reducir los costos de la producción, pues esta no era competitiva. Y la falta de competitividad evita todo impulso necesario para mejorar la productividad del trabajo. Era un simple mercado común donde las relaciones no eran coercitivas (algo necesario para implementar los imperativos de mercado por parte de los estados). Al tiempo, el lucro que había no era generado por procesos productivos, sino por la circulación, el comprar barato y vender caro.

Maurice Dobb y Rodney Hilton demostraron que el modo de producción feudal fue compatible con el mercado sin generar ningún levantamiento contra el sistema de forma intrínseca aunque su desarrollo si fue necesario para la transición al capitalismo.

Cabe destacar que el comercio exterior era en su mayoría sobre bienes innecesarios o de lujo y estuvo controlado por las clases altas, mientras el comercio de comida estaba dirigido por los mercados fragmentados y separaciones geográficas entre la oferta y la demanda como pasó en el comercio de grano báltico y la diferencia entre sus condiciones de producción y consumo, dónde los privilegios eran un resultado extra económico como monopolios, puestos comerciales remotos y poderoso militar.

Al tiempo, tanto productores directos como campesinos, debían pagar un excedente como renta o impuesto a las clases privilegiadas, lo cual ofrecía otra forma enriquecerse a costa de otros. Esto se dio incluso en los lugares con comercio más avanzado, como lo fue Florencia cuya riqueza comercial se basó no solo en el comercio de bienes extranjeros, sino también en sus propios productos nacionales. Florencia al igual que los países bajos son usualmente considerados transiciones fallidas por concentrar si actividad económica en la circulación y no en la producción como ocurre en el capitalismo y la competencia en el mercado.  Aunque la historia de países bajos tiene más que decir, a pesar del gran desarrollo del mercado en los países bajos estos no iban a ser la cuna del capitalismo, sino que lo fue Inglaterra gracias a determinadas relaciones de propiedad que hicieron posible los ya mencionados imperativos de mercado. Inglaterra estaba menos avanzada en comercio y tecnología comparado con su rival holandés, pero tanto sus éxitos como sus fracasos, fue moldeado por un sistema distintivo de relaciones de propiedad social, que hizo que tanto los productores como los apropiadores dependieran irreductiblemente de la producción competitiva.

Por otro lado, es necesario para la comprensión de las relaciones coercitivas que llevaron a una no-propiedad en el capitalismo inicial agrario vigente en Inglaterra tener en cuenta el análisis marxiano, que busca sobre todo explicar la desposesión de los trabajadores que se explica, no en la división del trabajo, sino en la desposesión misma del trabajo en el que el capitalismo es la máxima expresión expresión, ya que la propiedad se reduce a mera posesión de medios de producción a diferencia de los sistemas de subsistencia previos. 

La desposesión por parte de los trabajadores tiene como nombre en Marx, la acumulación primitiva u originaria, la cual es el proceso de desposesión de los medios de producción por parte de la productores directos de mercancías. Al hacer esto, el capitalismo toma su primera aparición al crear un sistema de dependencia de mercado entre los trabajadores y los poseedores de los medios de producción. Este sistema de dependencia lleva de por sí a los imperativos de competencia, acumulación y maximización de beneficios, por lo que se vuelve un sistema constante del desarrollo de las fuerzas productivas.

Para definir el origen del capitalismo en Inglaterra, hay que tener en cuenta que factores produjeron su aparición. Trevelyan situó en la conquista de Inglaterra por los Normandos fue decisiva en su desarrollo posterior: el parlamento, conjuntamente con la Common law dio definitivamente una vida política propia en fuerte constante con los desarrollos ulteriores de la civilización latina. La monarquía inglesa había formado su carácter protonacional antes que las monarquías católicas continentales. Para el siglo XXI la fragmentación feudal se disolvía con la centralización del estado, cosa que había empezado entre los siglos XIII Y XIV, junto a Francia y los reinos ibéricos. La definición central del estado inglés fue bastante importante a la hora de expandir un mercado nacional, donde un desarrollo del transporte jugó un papel decisivo. La desmilitarización de la aristocracia antes que cualquier otra monarquía europea también fue un factor importante a la hora de la centralización del estado. La aparición del ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura; órganos formados según el plan de una división del trabajo jerárquica y sistemática, tiene su origen en los tiempos de la burguesía absoluta, al servicio de la sociedad de la naciente clase media, como arma poderosa en sus luchas contra el feudalismo como señala Marx y como Sombart describe las condiciones para la eficacia del espíritu capitalista naciente.

Mientras el estado servía a la clase dominante como un instrumento de orden y protector de la propiedad, la aristocracia no poseía poderes extra económicos, autónomos o propiedades constituidas políticamente en el mismo grado que sus contrapartes continentales. Al mismo tiempo, la desigualdad en la distribución de la riqueza, donde un gran número de terratenientes tenía una gran proporción de esta, permitió reemplazar los poderes extraeconomicos de lo que carecían por nuevas formas de control productivos de poderes económicos crecientes.

Lo cual puede entenderse como la compensación entre la centralización del poder estatal y el poder económico del control de la tierra.

Robert Brenner plantea que en las tierras de los terratenientes surgió un mercado en los arrendamientos, algo que ya se había manifestado con el empresario manufacturero de las aldeas aunque estos no podían reinvertir sus ganancias por determinadas leyes. Esto llevó a una determinada especialización para la producción y el mantenimiento de la tierra por parte de los inquilinos. Los campesinos por otro lado no debían preocuparse por el mercado, ya que ellos poseían sus propios medios de subsistencias a veces participar en este. Estos hechos muestran como los beneficios extraeconómicos (como la renta) crean las condiciones necesarias para empezar a adquirir un lucro basado en la producción.

Los granjeros inquilinos estaban cada vez más sujetos no solo a presiones directas los propietarios, sino también a los imperativos de mercado que los obligaban a mejorar su productividades. Los arrendamientos ingleses formaban varias formas y había muchas variaciones regionales, pero un número creciente estaba sujeta a rentas económicas: rentas fijadas no por algún estándar legal o consuetudinario, sino por las condiciones del mercado. En efecto, existía un mercado de arrendamientos. Los arrendatarios estaban obligados a competir no solo en un mercado de arrendamientos. Los arrendatarios estaban obligados a competir no solo en un mercado de consumidores sino también en un mercado de acceso a la tierra. Bajo estas relaciones de propiedad se creó la dependencia del mercado por parte de los productores agrícolas tanto a la tierra como a los medios de producción.

En este entorno competitivo, los agricultores productivos prosperaron y era probable que sus propiedades crecieran, mientras que los productores menos competitivos se arriesgaron y se unieron a las clases sin propiedad. El resultado fue la famosa triada de terratenientes, arrendatario capitalista y trabajador asalariado, y con el crecimiento del trabajado asalariado también mejoraron las presiones para aumentar la productividad laboral. El mismo proceso creó una agricultura altamente productiva capaz de sostener a una gran población que no se dedicaba a la producción, pero también a una masa creciente sin propiedad que constituiría tanto una gran fuerza de trabajo asalariado como un mercado interno de bienes de consumo baratos. Este es el trasfondo de la formación del capitalismo industrial inglés.

Así, por ejemplo, en Francia, la persistencia de la propiedad constituida políticamente, o formas extra económicas de explotación, significó que ni el estado, ni la economía estaban verdaderamente integrados. Los poderes de explotación que eran políticos y económicos al mismo tiempo, en la forma de cargos estatales, así como los restos de antiguas jurisdicciones aristócratas y municipales, tendieron a fragmentar tanto el estado como la economía incluso bajo el absolutismo. En Inglaterra, había una separación más clara entre los poderes políticos y coercitivos del estado y los poderes de explotación de las clases propietarias que obtenían su riqueza de formas de explotación puramente «económicas».

Durante el desarrollo surgieron campesinos con altos ingresos que se aprovechaban del semiproletariado, que empezaron a aparecer por la desposesión de sus medios de subsistencia. Surgió también una protoindusteria como expansión de industrias domésticas de producción artesanal en el campo, donde no hay concentración de trabajadores en el espacio, que produce tejidos baratos y livianos para mercados extrarregionales o internacionales. Esto tendrá como consecuencia una revolución en las pautas demográficas ya que permite progresos con poca tierra; una liberación de la población de su base rural, una profundización de la especialización por regiones, y debilitamiento de los gremios tradicionales que evitan la reproducción ampliada.

Sin embargo, el proceso fue rápido, y gran parte de las tierras siguieron bajo propiedad comunal donde aún habían regulaciones por el interés de la comunidad, restringiendo el uso y provecho privado. Los capitalistas sabían que la tierra debía ser liberada de esos obstáculos para su uso productivo y rentable. Esto llevó al proceso conocido como los enclosures o cercamientos, proceso por el que, entre los siglos XIV y XVIII, los derechos y usos comunales sobre la tierra, desaparecieron. La tierra fue puesta al servicio de la producción capitalista de forma definitiva. Los cercamientos eliminaban toda forma de autogobierno o formas legales organización comunal. Dichas expropiaciones fueron hechas primero por los terratenientes de la decadente aristocracia y luego hacia 1700 por leyes mediante el parlamento.

Las consecuencias de los cercamientos de esta época –XV-XVI–, esos cercamientos idealizados por los economistas burgueses como Rallo, afirman que las “expropiaciones… [eran] poco habituales” y cercamientos que en muchos casos “no se hizo […] por vía violenta”, fueron más que catastróficas para las masas desposeídas de sus condiciones objetivas de producción. Antes de iniciar la refutación de la idealización de los economistas burgueses sobre el surgimiento de la conciencia libre como forma concreta de la conciencia enajenada, es decir, el surgimiento del productor de mercancías junto a su generalización, cabe aclarar la extensión de los cercamientos. McNally (1993, pp. 9), citando a Lachmann (1987, pp. 129), muestra una tabla donde se observa que la cantidad de campesinos sin tierra en Inglaterra y Gales pasó de 42,000 en 1381 (de una población de 2,1 millones) a 308,000-360,000 en 1540-67, hasta llegar a 1,312,500 personas en 1600-10 (de una población de 3,75 millones) —En 1620-40 el número de personas sin tierra, según Lachmann, era de 1,800,000-2,200,000 de una población de 4,5-5,5 millones. Aquí también se cae la argumentación de Weber el cual piensa que la escisión entre los trabajadores de sus condiciones objetivas de producción no fue cosa exclusiva del capitalismo a pesar de que Marx fue concreto con que la Acumulación originaria era una época histórica y concreta—.

Durante esta época (siglo XVI) bandas de mendigos, ladrones y vagabundos recorrían la zona rural inglesa (Lazonick, 1974, pp. 17). Wood (1994) escribió que el cercamiento, más que cualquier otro factor, era responsable de la creciente plaga de vagabundos. Kines (1971, pp. 8) documentó que al convertir la tierra de cultivos en pastos mediante los cercamientos, obligaba a los campesinos  y a los hijos de los menores de estos a perder sus empleos y a unirse al creciente número de vagabundos. En el peor de los casos, cita Kines, “el cercamiento condujo al desalojo de aldeas enteras, y obligó a sus habitantes a buscar empleo en otro lugar o a unirse al creciente ejército de quizás 20,000 vagabundos que ya habitaban la campiña de los Tudor”. “El nuevo y terrible problema”, dice Tawney, “es el aumento de la vagancia. El siglo XVI vive aterrorizado por el vagabundo.” (Citado por Lazonick ,1974, pp. 17). A partir de la época de los Tudor, en Inglaterra, se promulgaron una serie de severas medidas destinadas a impedir que los campesinos cayeran en el vagabundeo o recurrieran a la beneficencia, todo esto para evitar el desorden del orden público. Para 1530 surgió la “sangrienta legislación contra los expropiados”, leyes brutales destinadas a obligar al vagabundo a trabajar. La consecuencia más importante de esta legislación fue la Ley de Pobres nacional, “una medida policial de cuya necesidad son responsables en gran medida los cambios agrarios” (Lazonick, 1974: pp. 17). De acuerdo con una norma de 1572, los mendigos de más de 14 años debían ser severamente azotados y marcados con un hierro candente en la oreja izquierda, a menos que alguien estuviera dispuesto a emplearlos durante dos años. Los reincidentes mayores de 18 años debían ser ejecutados a menos que alguien los empleara. La tercera reincidencia resultaba automáticamente en ejecución (Marx, 1988a: pp. 920-ss: 2008: 920-ss.; Marx y Engels, 1998: pp. 725; Mantoux, 1961, pp. 432). Un año después de esta norma la Cámara de los Comunes se quejó del aumento de “pícaros, vagabundos y ladrones” (Coleman, 1977, pp. 359). Normas similares aparecieron casi simultáneamente durante los primeros decenios del siglo XVI en Inglaterra, los Países Bajos, y Zurich (Leroy Ladurie, 1974, pp. 137).

La ejecución de personas expropiadas que se vieron obligados a vivir en situaciones extremadamente paupérrimas se convirtió en el pan de cada día en el siglo XVI. Aunque la Ley de Pobres de Isabel de 1597-1601 permitía la concesión de cierta ayuda a los hombres “sanos” que no tenían trabajo, la ayuda era limitada y, en el primer cuarto del siglo XVIII, se había introducido una “prueba de la casa de trabajo” que obligaba a los que solicitaban ayuda a ingresar en una casa de trabajo donde se les exigía realizar un trabajo a cambio de la ayuda.  Este trabajo se realizaba a menudo en condiciones muy duras, y muchos miembros de la población pobre sin recursos optaban por mantener su subsistencia a través de medios alternativos como la mendicidad, la vagancia y/o los pequeños robos. Estos individuos se regían por un código penal draconiano, cuyas penas incluían la muerte y la mutilación física (Roberts, 2016: pp. 49). McNally describe la Ley de Vagos y Maleantes de 1744:

…otorgaba a los magistrados el poder de azotar o encarcelar a los mendigos, vendedores ambulantes, jugadores, actores ambulantes, gitanos y “todos aquellos que se negaran a trabajar por el salario habitual y común”, y les otorgaba el derecho de encarcelar a “todas las personas que estuvieran en el extranjero y se alojaran en cervecerías, graneros y casas o al aire libre, sin dar buena cuenta de sí mismos” (McNally, 1993, pp. 39).

 Roberts (2016) documentó que 72.000 ladrones mayores y menores fueron ahorcados durante el reinado de Enrique VIII (1509-47) mientras que bajo Isabel, “‘los vagabundos eran encadenados, hasta trescientos y cuatrocientos a la vez. Y la población de Inglaterra era entonces sólo de unos tres millones’” (ibid). Roberts luego cita a dos historiadores que escribieron: “hasta el siglo XV, la pena de muerte y las mutilaciones graves se utilizaban sólo en casos extremos para complementar el complicado y cuidadosamente diferenciado sistema de multas”. Sin embargo, a partir de ese momento, “se convirtieron en las medidas más comunes”.

Lazonick (1974: pp. 17) documentó que con la disolución de los monasterios la ayuda de socorro a los pobres se había destruido en un momento en que dicha función era más necesaria que nunca. Este creciente aumento para la ayuda en socorro persistió incluso a inicios del siglo XIX. En el sureste (Essex, Kent y Sussex), entre 1814 y 1820, el aumento de los gastos de socorro fue el resultado de la falta de trabajo suficiente (Baugh, 1975, pp. 57), o en otras palabras, de ingresos insuficientes para subsistir. A partir de alrededor de 1800, y en mayor medida durante las tres décadas siguientes, el coste de la asistencia a los pobres aumentaba debido a la necesidad de dar “un amplio socorro al aire libre a las familias en las que el desempleo, el subempleo o la insuficiencia de los salarios habían eliminado o reducido la capacidad de ganancia del sustentador masculino” (Huzel, 1989, pp. 770). En este período, el socorro a los pobres proporcionaba lo que eran, en efecto, prestaciones de desempleo a los trabajadores estacionales que estaban sin trabajo (Boyer, 1990: pp. 9). Snell (1985, pp. 195) ha demostrado que el cercamiento parlamentario fue la principal causa de esta “falta de trabajo” y del consiguiente aumento de la asistencia parroquial. Se centró en las zonas en las que una cantidad sustancial de tierra había sido cercada por una ley del Parlamento en el período 1802-1831 y descubrió “que hasta el 83% de la variación en la ayuda a los pobres en estos condados puede explicarse por el porcentaje de tierra cercada”. La solución a este problema, especialmente en la década de 1820, fue conceder subsidios a las familias con tres o más hijos o adoptar una tasa de trabajo. Van Bavel y Rjipma (2015) también documentaron que desde 1750 hasta el primer cuarto del siglo XIX la ayuda para pobres en Inglaterra pasó del 1% como total del PIB a casi el 2,5%.

Curiosamente esta consecuencia de colocar en situación paupérrima a los productores directos de la riqueza implicaba a su vez intereses mayores para otros grupos sociales. Se afirmaba a inicios del siglo XIX: “el medio para producir un número adicional de manos útiles para el empleo agrícola, al sesgar y aniquilar gradualmente ese nido y criadero de vagancia, pereza y miseria que podemos contemplar sistemáticamente en las cercanías de todos los comunes, tierras baldías y bosques” (Vancouver, 1810: pp. 496. Citado en Buitrago, 2013). En esta estrategia que constaba con enajenación de los campesinos de su tierra los intereses de los grandes agricultores y los terratenientes coincidían con los de los productores-comerciantes y los comerciantes-productores, es decir, agentes sociales responsables de las redes de manufactura doméstica que se extendían por toda Inglaterra a finales del siglo XVIII. Este sistema de producción doméstica, como comenta Buitrago (2013), conocido como putting-out system, se beneficiaría también de la desposesión del pequeño yeoman y de la creciente dependencia de los campesinos del trabajo por cuenta ajena, fruto de la eliminación de los ingresos informales derivados del derecho comunal. La relación entre el cercamiento y una estrategia de producción de mano de obra para la subsunción formal del capital era clara: “El cercamiento es… un remedio para el vagabundeo, pues los pobres serán empleados en un trabajo continuo” (Citado en Buitrago, 2013). Los textos de la época dan testimonio explícito de esta comunión de intereses para obligar a las personas a un estado que ellos veían como no-natural en su vida diaria:

Si convirtiendo a los pequeños agricultores en un cuerpo de hombres que deben trabajar para otros se produce más mano de obra, esa es una ventaja que la nación debería desear… los beneficios serán mayores cuando su trabajo conjunto se emplee en una sola explotación, y habrá también un excedente [de trabajadores] para la manufactura, y así la manufactura, una de las minas de la nación, se incrementará en proporción similar a la cantidad de grano producido (Arbuthnot, 1773: pp. 128-9. Citado en Buitrago, 2013).

Los disturbios por los cercamientos marcaron los siglos XVI y XVII, surgió como una de las principales quejas en la guerra civil inglesa. En sus primeras fases, la práctica fue resistida hasta cierto punto por el estado monárquico, aunque sólo fuera por la amenaza al orden público. Pero una vez que las clases terratenientes lograron moldear el estado según sus propias necesidades cambiantes (un éxito más o menos consolidado en 1688 con la Revolución gloriosa) no hubo más interferencia por su parte. De hecho, la mayoría de las protestas agrarias del siglo XVI y principios del XVII en Inglaterra se dirigieron contra el cercamiento de los bienes comunes y los baldíos (Manning, 1988, pp. 4). Manning sugiere que estas revueltas fueron, por lo general, contenidas y ritualizadas. La violencia se dirigía a la propiedad en su mayor parte y no a las personas (pp. 53). Del mismo modo, Johnson (1996) sugiere una fuerte dimensión simbólica en los disturbios del recinto, por ejemplo, el derribo de vallas (pp. 58). Es posible que las mujeres, en particular, hayan desempeñado un papel destacado en estas luchas, tomando la iniciativa con la creencia de que era menos probable que sufrieran represalias, pero también, quizás, porque la capacidad de las familias y de comunidades enteras para reproducirse, trabajo en el que las mujeres desempeñaban un papel destacado, se veía amenazada por estos actos de cercamiento (Federici, 2004). En el transcurso de unos 400 años, la mayoría de la gente se convirtió en proletaria. Una estimación de 1524 sugería que entre el 20 y el 30% de la población trabajaba por un salario durante ese tiempo, pero en 1688 la cifra se fijaba en el 60-70% de la población (Johnson, 1996, pp.75).

Como Marx sostuvo;

<<Donde la producción capitalista se ha aclimatado plenamente entre nosotros, por ejemplo en las fábricas propiamente dichas, las condiciones son mucho peores que en Inglaterra, pues falta el contrapeso de las leyes fabriles. En todas las demás esferas nos atormenta, al igual que en los restantes países occidentales del continente europeo, no sólo el desarrollo de la producción capitalista, sino la falta de ese desarrollo. Además de las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, resultantes de que siguen vegetando modos de producción vetustos, meras supervivencias, con su cohorte de relaciones sociales y políticas anacrónicas.>> (Marx, 1867, pp. 7)

<<No debemos engañarnos. Así como la guerra norteamericana por la independencia, en el siglo XVIII, tocó a rebato para la clase media europea, la guerra civil norteamericana del siglo xix hizo otro tanto con la clase obrera europea. En Inglaterra el proceso de trastocamiento es tangible. Al alcanzar cierto nivel, habrá de repercutir en el continente. Revestirá allí formas más brutales o más humanas, conforme al grado de desarrollo alcanzado por la clase obrera misma (…) Es por eso que en este tomo he asignado un lugar tan relevante, entre otras cosas, a la historia, el contenido y los resultados de la legislación fabril inglesa. Una nación debe y puede aprender de las otras. Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su propio movimiento — y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna— , no puede saltearse fases naturales de desarrollo ni abolirías por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto.>> (Marx, 1867, pp. 8)

Afirma “falta el contra peso de las leyes fabriles”, claro, falta la organización obrera, dentro del modo de producción histórico capitalista, se puede mejorar el nivel de vida, ya no solo por el propio desarrollo de dicho modo de producción (cuanto más se imponga el modo de producción capitalista sobre los anteriores, “mejor”), sino por la misma organización de la clase trabajadora, que dentro de los marcos del sistema le hace gozar de una mejor calidad de vida. Algo que se ha demostrado históricamente así con las conquistas obreras en estados burgueses en siglos posteriores (Rasmussen y Knutsen, 2019, pp. 19; DuRand, 2020), normalmente caracterizada como “estado de bienestar”, siendo el bienestar relativo respecto a las posibilidades materiales absolutas, ya que estas, han de ser compatibles con las exigencias de la rentabilidad (Arrizabalo, 2018, pp. 122). Las contribuciones estatales al desarrollo económico y social fueron considerables: basta pensar en la construcción de infraestructuras y en la organización de la educación, que no se confiaron al juego libre de los actores del mercado. Sin embargo, la política de desregulación económico-liberal en aras de la libertad de comercio cuadraba bien con una competencia apenas controlada entre las empresas, en su mayoría de pequeño tamaño, y con una escasísima organización de la mano de obra. Pese a que se dictaron unas primeras «leyes fabriles» (en Inglaterra, en 1833), el apoyo estatal a la previsión social era mínimo y la fe liberal en que la libertad de unos cuantos sería de provecho para todos se mantenía firme (Kocka, 2013).

Por otro lado, en nuevo tipo de movimiento de cercamiento que surgieron previamente en el siglo XVIII, los cercamientos parlamentarios. En este tipo de recintos, la extinción de derechos de propiedad problemáticos que interferían con los poderes de acumulación de algunos terratenientes se produjo por leyes del parlamento. Estos cercamientos constituyen un ejemplo de territorialidad humana, ya que la reorganización del territorio tenía como objetivo, no solo la explotación de la tierra, sino también la modificación de las formas de vida del campesinado.

Por otro lado, el protestantismo que Weber propone como la Ética del capitalismo, también tuvo su aparición en Inglaterra a través de Enrique VIII. En 1532, él quería divorciarse de su esposa, Catalina de Aragón. Cuando el papá Clemente VII se negó a dar su consentimiento para el divorcio, Enrique VIII decidió separar todo el país respecto a la Iglesia católica romana, abriendo la puerta al protestantismo. Aunque Enrique VIII no estableció el protestantismo como religión de estado ni tolero su radicalismo, su sucesor, Eduardo VI, primer gobernante inglés protestante, cesó las persecuciones que se hacían a las ideas luteranas. No fue sino hasta la llegada de Isabel I que Inglaterra se volvió protestante, donde se tomaron cargos contra el catolicismo.

El capitalismo era para Weber, hijo de la transformación radical de la mentalidad económica producida por la reforma protestante. Ciertamente, la moral cristiana vigente en la edad media defendía aún el aristotélico «precio justo» y prohibía la usura; Juan Calvino, en la versión más radical de la reforma cristiana justificó el comercio lucrativo y el préstamo a interés, según el presupuesto de que tener un éxito comercial era una señal de predestinación divina.

Sombart también plantea un espíritu histórico del desarrollo del capitalismo, establece tres etapas: etapa primitiva, de apogeo y Moderna, aunque de momento, solo nos concierne la primera.

A diferencia de Weber, Sombart propone el judaísmo como la religión del capitalismo, más en específico, la relación entre riqueza y la dispersión de los judíos ante su exclusión. Más allá de eso, Sombart establece que las condiciones fundamentales para la eficacia del espíritu capitalista son: un ejército permanente, la creación de un estado estable y acorde a los intereses mercantilistas y una transformación en la técnica que permitía la condición óptima de dinero o acumulación de metales preciosos. El estado mantiene un mercado amplio e impregna en la vida económica leyes con espíritu de orden y disciplina. Al tiempo, crea al «extranjero» como ente fuera de los intereses nacionales. El estado por medio del mercantilismo propulsa y estimula mediante una consciente intervención de su política los intereses capitalistas. La técnica se vuelve necesaria ante los imperativos de la acumulación y el transporte a gran escala. 

Al tiempo se busca una transformación de las necesidades económicas, tanto para los nuevos ricos como para el estado mercantilista. El mercantilismo constituyó en economía la proyección de la nueva situación en la sociedad del siglo XVII. Fue la expresión del nacimiento del capitalismo comercial (Taranilla de la Varga, 2018).

Al tiempo en el que se desarrollaban las fuerzas productivas, las ideologías liberales tomaron más fuerza y comenzaron a trazar una nueva descripción del mundo, por ejemplo, la noción del emprendedor con relación a su trabajo, viene de la teoría de la propiedad elaborada por John Locke, quien afirma que la propiedad se da originalmente de la aplicación de trabajo sobre la naturaleza, según él, Dios dio al hombre la tierra «en común», pero ningún hombre es común al otro, cada uno tiene una propiedad que le pertenece. Dice que el trabajo es la distinción entre lo que pertenece a cada quien, así quien haya recolectado su comida con su trabajo, la saca de su estado natural al agregar trabajo y al ser ese trabajo suyo, también lo es lo que ha obtenido con este. Entonces, se establece un derecho natural de propiedad. Locke justifica la repartición de las tierras con el trabajo privado que beneficia al resto en relación de la utilidad de la tierra sin trabajo, noción de mejora productiva. 

Pero la noción de mejora productiva, no es algo simplemente deducido, sino que él mismo hace un enunciado sobre el valor del acre de tierra comprándolos con el trabajo entre lo producido en Inglaterra y una porción de tierra equivalente en EEUU, llegando a concluir que la tierra no vale sin trabajo, pero que el trabajo de un Indio en EEUU, no vale nada en Inglaterra. Al tiempo sitúa la necesidad de dinero como producto de durabilidad que represente el consentimiento de los individuos y mantenga las propiedades privadas sin necesidad de cambiarlas en el trueque. Explica la desigualdad de la propiedad de la riqueza con intercambios voluntarios entre la tierra apropiada que resulta innecesaria, explicando también la venta de la fuerza de trabajo. 

Como se puede apreciar, la teoría de Locke no se corresponde completamente con lo ya expuesto, como indica Ellen Meikins Wood, al calcular el valor del acre en EEUU, por ejemplo, no habla del gasto de esfuerzo y trabajo del indio, sino del fracaso del indio para obtener una ganancia. El problema, en otras palabras, no es el trabajo de un ser humano, sino la productividad de la propiedad, su valor de cambio y su aplicación y su aplicación al beneficio comercial.

La innovación de Locke fue la relación que le dio a la propiedad con la productividad y el valor (de cambio), algo que todavía es bastante aceptado y constituye la base de las ideologías procapitalistas, y la defensa de cualquier expropiación de alguna propiedad que ni mantenga los imperativos de lucro, que sea «productivo». El tipo de apropiación que se puede llamar «productiva» es característicamente capitalista. Implica que la propiedad se utiliza activamente, no para un consumo conspicuo, sino para invertir y aumentar ganancias. La riqueza se adquiere no simplemente mediante el uso de la fuerza coercitiva para adquirir más plustrabajo de los productores directos, a la manera de los aristócratas rentistas, ni comprando barato y vendiendo caro como los productores precapitalistas, sino aumentando la productividad del trabajo (producción por unidad de trabajo). Claramente la teoría de Locke fue bastante significativa para el periodo colonial, pues si en el nuevo mundo no había mercado, propiedad privada ni nada que motivara la producción, ¿Qué más se podía esperar del orden natural de tales individuos?

Como se ha mostrado, la relación social que la acumulación originaria provocó (lo que Marx llamó capital que, a diferencia de los clásicos y la economía no-marxista actual que lo definen como trabajo objetivado o el conjunto de productos que sirven para adquirir bienes, Marx lo define como una relación social del valor en movimiento [D-M-D’…] ya que no se puede definir solamente como la suma de cantidades físicas de maquinaria, equipos y materias primas, pues está compuesto de mercancías, valores de cambio y magnitudes sociales) fue llevado a cabo inicialmente en el campo dando base al futuro capitalismo tal y como se conoce. Al mismo tiempo se puede evidenciar que no fue un acto voluntario como muchas veces se suele argumentar (comenzando por el padre del liberalismo clásico).

La economía política clásica, como afirma JIC (2007), es expresión del avance científico de la conciencia libre como forma concreta de la conciencia enajenada en eI camino de descubrir, tras la apariencia de ser una conciencia abstractamente libre, su propia enajenación. Pero lo es solo hasta el punto de descubrir al trabajo humano como la sustancia que determina la cambiabilidad de las mercancías. Hecho este descubrimiento, se abren ante ella dos caminos. ~!primero consiste en continuar avanzando científicamente, enfrentándose a la subordinación de la conciencia y voluntad del productor de mercancías respecto de los atributos sociales del producto material de su misma acción consciente y voluntaria. Para lo cual es necesario enfrentar a la forma de valor en la que se objetiva dicha enajenación, reconociendo en ella la relación social general entre los productores privados e independientes, dando entonces el primer paso en el descubrimiento del carácter histórico del modo de producción capitalista. En cambio, la economía política clásica, sigue el otro camino posible, que la determina precisamente como tal economía política. En vez de descubrir la especificidad histórica del trabajo productor de mercancías, convierte a esta especificidad en una determinación natural del trabajo humano. En vez de superar el fetichismo de la mercancía, que produce como producto de la conciencia científica misma. Su propio método científico, la representación lógica, la habilita para hacerlo: le basta con interrumpir el análisis e introducir conceptos como, por ejemplo, el del «estado primitivo y rudo de la sociedad», o el del dinero como forma práctica de resolver las «dificultades» del cómputo del valor de cambio en tiempos de trabajo. Vaciados de este modo de sus determinaciones concretas, el trabajo, el dinero, etc., quedan reducidos a otras tantas abstracciones. En síntesis, la economía política clásica es la forma en que se realiza una necesidad social concreta: la de avanzar científicamente en el descubrimiento de la conciencia libre como forma concreta de la conciencia enajenada, reproduciendo al mismo tiempo esta apariencia como un producto del conocimiento objetivo.


Lucha de clases

Para observar el papel de la lucha de clases en el establecimiento del capitalismo agrario, hay que volver al medievo. Se sabe perfectamente que durante el medievo surgieron rebeliones comunales lideradas por la llamada burguesía. Estos eran en general artesanos o comerciantes  acomodados con tierras en los alrededores de las ciudades. Cabe aclarar que gran parte de la producción mercantil simple previa al capitalismo es consecuencia de dicha clase social, aunque la nobleza no siempre se vio afectada por estos mercados en especial porque controlaban los mercados de lujo y muchas veces tenían formas extra económicas de lucrarse con ayuda del estado.

Uno de los acontecimientos que más nutrió a las revoluciones burguesas fueron los acontecimientos que se iniciaron en la segunda mitad del siglo XI contra las prohibiciones de la Iglesia. Las insurrecciones comunales no crearon el primer capitalismo, pero contribuyeron a su advenimiento otorgando una tradición de lucha y atributos de la sociedad civil. Tales insurrecciones no eran simplemente por la autonomía burguesa, sino también muchas veces contra los derechos feudales desiguales.

Como se hace evidente, Inglaterra tenía las condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo a diferencia de, por ejemplo, Castilla y León donde los obstáculos que organizaban los derechos del mercado se añadieron otros aún más graves (como epidemias o malas cosechas), para el desarrollo de sus manufacturas. Eran provocados por la exportación de lana, que le impedía a los manufactureros disponer de la suficiente materia prima, mientras que los paños que se traían desde el exterior reducían su mercado de venta. Las protestas de los comerciantes del interior ante el monopolio ejercido por los mercaderes burgaleses en el comercio de la lana manifestaron su oposición a ese comercio en las Cortes o en escritos, y terminaron expresándose en la revolución de las comunidades castellanas de 1520-1521.

La derrota de los comuneros en la batalla de Villalar por los señores feudales (que contaron con el apoyo de los comerciantes exportadores de Burgos) determinó la continuidad del feudalismo, del sistema comercial y del bloqueo de las manufacturas castellanas.

El contraste con Francia es esclarecedor. La crisis del feudalismo francés mediante un tipo diferente de formación estatal. Aquí la aristocracia conservó durante mucho tiempo su dominio sobre la propiedad vinculada, pero cuando el feudalismo fue sustituido por el absolutismo, la propiedad vinculada no fue reemplazada por la explotación puramente económica o la producción económica.

En cambio, la clase dominante ganó nuevos poderes extraeconómicos cuando el estado absolutista creó un vasto aparato de comercio mediante el cual una parte de la clase propietaria podría apropiarse del trabajo excedente de los campesinos en forma de impuestos. Al mismo tiempo, partes de la burguesía pudieron acomodarse dentro de dichas relaciones, lo conocido por Fernand Braudel como Traición de la burguesía, debido a su acumulación y los ideales aristocráticos que aún se constituían de forma dominante. Las consecuencias directos fueran una carga masiva de impuestos hacia los campesinos, siendo el problema de clase más importante a lo largo del antiguo régimen.

Mientras que en Francia los impuestos y la propiedad vinculada seguían siendo problemas graves en Inglaterra, a pesar de que las clases dominantes nobles mantenían el estado para hacer cumplir sus intereses como clase y entrarían en conflicto con este cuando su propiedad, o los poderes del parlamento, como un comité de propietarios, fueron desafiados por la monarquía, sus intereses materiales directos no residían en adquirir una parte del estado tanto como para mejorar sus poderes económicos.

Kocka (2013) recalca que el análisis de los ejemplos que nos ofrece la historia permite deducir, desde un punto de vista sistemático, que existen tres factores que explican por qué las intervenciones estatales han sido y son imprescindibles —y, con el paso del tiempo, cada vez más importantes— para el nacimiento, la construcción y la supervivencia del capitalismo. En primer lugar, los mercados, que permiten, ante todo, la actuación capitalista, requieren de unas condiciones marco que solo pueden crearse a través de instrumentos políticos: la supresión de elementos que fragmentan o vinculan y se convierten así en un obstáculo (por ejemplo, como hemos visto, los elementos del feudalismo), la garantía de un mínimo de paz y el establecimiento de normas para la celebración y la ejecución de contratos o de acuerdos similares a los contratos. Sin la intervención del poder nada de esto habría sido posible. A menudo, los requisitos para la construcción de un mercado amplio se imponían a través de la violencia (pongamos por caso, la guerra o la colonización).

Mientras que los poderes extraeconómicos y de extensión de impuestos de las clases altas eran primordial en Francia, en Inglaterra eran de más importancia los derechos de cercamientos de la clase terrateniente inglesa como motivo de lucha de clases. 

Robert Tawney por ejemplo documentó vívidamente la lucha de clases en Inglaterra del siglo XVI. Analiza detenidamente los agravios profundamente sentidos que “en un momento u otro del siglo XVI, hicieron arder la mitad de los condados ingleses” (1912, pp. 304): “A veces, el descontento se agiganta hasta llegar a una pequeña guerra civil, como ocurrió en Lincolnshire y Yorkshire en 1536, y en los condados del este y del sur en 1549” (pp. 318). Entre 1547 y 1549 hubo “agitación violenta y… expedientes drásticos” (pp. 362). Tawney llama la atención sobre los disturbios y, a veces, sobre los disturbios violentos -inducidos por las altas rentas, la confiscación de tierras para pastos, el cercamiento, la toma de los bienes comunes- en 1550, 1552, 1554, 1569, 1595 y en 1607 (pp. 319-20). Los disturbios en las Midlands (tierras medias) en 1607, una reacción a la década anterior de cercamiento y despoblación, fueron el “último levantamiento agrario serio en Inglaterra” (Tawney, 1912, pp. 320). Durante la mayor parte del siglo XVI, como documentan McDonagh y Griffin (2016), grupos de hombres, mujeres y a veces niños campesinos, se unían para derribar, desenterrar y quemar los setos y vallas que rodeaban las tierras cercadas. Los autores documentan que estos incidentes se presentaron en gran parte de Inglaterra del siglo XVI, desde Somerset hasta Yorkshire y desde Sussex hasta Lancashire. Mediante este acto de resistencia contra la proletarización (o semi), los que dañaban los setos y las cercas destruían la propiedad -el propio límite, que pertenecía al terrateniente- atacaban un importante símbolo de la propiedad privada.

Fue esta contradicción necesaria entre el modo de producción capitalista naciente y el terrateniente feudal, es lo que se manifestó en Inglaterra en el levantamiento de 1831 el cual fue conducido principalmente por campesinos ricos. Lo que queda de este análisis es si las llamadas revoluciones burguesas fueron realmente una consecuencia del capitalismo o una consecuencia de este. Como se explicó ya, el capitalismo no fue una causa del mercado.³

En conclusión, el carácter del estado absolutista francés no tenía nada que ver con un estado completamente burgués, era más bien un intento de permanencia en el poder por parte de la aristocracia al no haber consolidado formas de poder económico más allá de las extraeconómicas a diferencia de la burguesía. Aunque la ya mencionada traición por parte de la burguesía muestre las relaciones ambivalentes de Norbert Elias con respecto al estado absolutista, mostrando que la lucha de clases va más allá de las relaciones sociales y tiene más que ver con determinados fines políticos contra estructuras de poder establecidas de forma oportunista. Explicando así la diferencia entre Francia e Inglaterra.

Por otro lado, Inglaterra había empezado su Revolución industrial desde 1780 (aunque varios autores ubican la fecha en 1750) la cual duraría hasta mediados del siglo XIX. Luego de la Revolución Inglesa, al parlamento ya constituido se le entregó el poder restante que a la monarquía le quedaba (ya que, a pesar de ser la principal autoridad, tenía ciertas restricciones con respecto a fines políticos) para constituir así una monarquía constitucional. Durante, la Revolución Inglesa y las guerras por las que se compone, se pueden distinguir objetivos necesarios para la expansión de las Leyes del movimiento capitalista que ya se habían instaurado en el capitalismo agrario inglés. 

Así, por ejemplo, la victoria de Inglaterra frente a La República de los Siete Países Bajos Unidos pone al comercio Inglés en cabeza del comercio europeo y en el futuro, una vez que el capitalismo británico haya asumido su forma industrial, una inevitablemente habrá establecido los términos, para bien 0 para mal, de todo el desarrollo económico a partir de entonces, no solo en su lugar de nacimiento sino en todo el mundo. 

Para cuando terminó la Revolución Inglesa con la Revolución Gloriosa, Inglaterra no solo había consolidado a su burguesía como clase dominante un siglo antes que la mayoría de países europeos, sino que había también unificado un mercado nacional amplio y un comercio internacional fijo. 

Este fue el primer, y durante mucho tiempo el único, sistema comercia basado en la producción de medios de supervivencia y autoreproducción para un creciente mercado de masas, destacando así el desarrollo agrícola británico (por los imperativos de mercado) en el crecimiento demográfico, y, a diferencia de la mayoría de países continentales, la mayoría de desplazados se dirigían a la capital, Londres, y no a las aldeas, lo que creó una gran desproporción entre la población del campo y la ciudad. El crecimiento de Londres también representa la creciente unificación no solo del estado inglés sino también del mercado nacional. Esa enorme ciudad fue el centro del comercio inglés. Era a la vez un importante punto de tránsito para el comercio nacional e internacional y grandes consumidores de productos ingleses, entre ellos sus productos agrícolas.

Lo que hizo distintivo al mercado inglés de mercancías no fue simplemente la distribución demográfica entre la ciudad y el campo, sino también la creciente proporción de la población, ya sea urbana o rural, que estaba desposeída y dependía de los salarios para sobrevivir, junto con la relación más directa de producción a consumo de este tipo. Lo cual hace más grande la diferencia entre los Países Bajos y Francia, siendo estos dos países que cumplían con condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo (un comercio grande y centralización del estado) pero que no mantenían un mercado nacional extenso, ni competitivo en relación a la proporción de campesinos y productores directos que sí tenían. 

La competitividad de este mercado alteró significativamente los patrones de consumo, lo cual esclarece la tesis de Rubin (1928) de que la demanda solo afecta al cambio del precio, no junto a las condiciones técnicas de la producción, sino mediante cambios en las condiciones técnicas de producción. Pues las necesidades de consumo de los consumidores relativamente pobres se convirtieron en la fuerza impulsora de un nuevo tipo de mercado en el sentido de que este mercado afectaba la producción de formas totalmente nuevas. Al mismo tiempo, el desarrollo de las fuerzas productivas en el campo fue el corolario de las transformaciones en las relaciones de propiedad social que eventualmente también crearon la masa de consumidores asalariados, lo cual se tuvo su máxima expresión en el desarrollo de un proletariado masivo y al tiempo muestra las últimas consecuencias de la relación directa de producción y consumo. 

La desposesión provocada por el capitalismo agrario creó la gran cantidad de asalariados necesarios para convertir la fuerza de trabajo en mercancía (o simplemente la creación moderna del mercado laboral) generando la llamada proletarización. Generando así un desequilibrio regular entre la producción y el consumo, una disyunción nueva y sistemática entre la oferta y la demanda.

1. Los productores son privados e independientes, es decir, son independientes los unos de los otros y no pueden intervenir en el trabajo de los demás.

2. Los trabajadores son «libres» en un doble sentido: libres de dependencia personal y libres de los medios de producción.

3. La producción está regulada por las propias potencias del producto social (y por ende, a espalda de los productores).

En el antiguo sistema comercial, con sus desconexiones espaciales y estructurales entre la producción y el consumo, entre la oferta y la demanda, ciertamente podría haber desequilibrios, pero eran, por así decirlo, contingentes, surgiendo por defecto en lugar de por competencia y falta de información si a los mercados pequeños nos referimos. En un entorno competitivo con imperativos sistémicos para aumentar la productividad del trabajo, la mercantilización general de la fuerza de trabajo en forma de trabajo asalariado obligó al capital, ya impulsado por presiones competitivas, a extraer la máxima plusvalía de los trabajadores en el tiempo limitado.

Al mismo tiempo, estos trabajadores asalariados sin propiedad, dependientes del mercado para todas sus necesidades materiales, determinaban la naturaleza de la producción no solo por su propia actividad productiva sino también por su capacidad de consumo. Sin embargo, la dependencia salarial de los trabajadores no satisfacía a todos los mercados, no solo por desconocimiento, sino por poder adquisitivo. La producción para este mercado requería compensar en cantidad lo que les faltaba a los consumidores en riqueza, y esto generaba presiones para producir a bajo costo, presiones que reforzaban la sensibilidad a los costos impuesta por los imperativos de competencia ya existentes y la necesidad de invertir en los medios técnicos para mejorar la mano de obra productiva. 

Como se ha visto, esta primera etapa del capitalismo no fue un proceso inmediato ni voluntario, sino que fue originado de acuerdo a diferentes cambios administrativos y productivos que van más allá de cualquier noción naturalista y determinista como algunas veces se muestra.2

Marx ya señalaba:

«Los economistas razonan de singular manera. Para ellos no hay más que dos clases de instituciones: las unas, artificiales, y las otras, naturales. Las instituciones del feudalismo son artificiales, y las de la burguesía son naturales. En esto los economistas se parecen a los teólogos, que a su vez establecen dos clases de religiones. Toda religión extraña es pura invención humana, mientras que su propia religión es una emanación de Dios. Al decir que las actuales relaciones —las de la producción burguesa— son naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son en si leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De modo que hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay.» (Marx, 1847, pp. 13)

A partir de ahora, se va a explorar la evolución del sistema, empezando por la transición del capitalismo agrario al industrial. 

Es bastante notable, aunque no sobra decir, que sin el capitalismo agrario posiblemente Inglaterra nunca hubiera desarrollado el capitalismo industrial y todo lo que se conoce ahora como Capitalismo. Sin un sector agrícola productivo, es imposible sostener una mano de obra no agrícola. Sin la desposesión a granjeros y campesinos, no hubiera habido un mercado masivo de mercancías como textiles y comidas que luego impulsarán la industrialización inglesa. Al mismo tiempo, los costes y salarios ahora bajo propiedad privada, debían adaptarse para que el consumidor pudiera comprar en dichos mercados, haciendo grandes diferencias entre los mercados existentes previamente ahora impulsados por presiones competitivas. 

También cabe aclarar que no fue el desarrollo tecnológico el que permitió el capitalismo agrario, sino las relaciones de propiedad, el mercado interno y el Imperialismo inglés fue lo que permitió que se desarrollase la base tecnológica necesaria para la revolución industrial a partir del capitalismo agrario. 

Las presiones competitivas crearon una nueva Lógica productiva que resultó en el capitalismo industrial. Las relaciones de propiedad en las que se encontraba proporcionaba tanto los medios como la necesidad de un desarrollo más avanzado y de forma rentable además, todo gracias a los imperativos de la competencia. De ahí surge la maximización de beneficios y la necesidad de mejorar la productividad laboral. 

De acuerdo con esto, la revolución industrial no fue la causa de la sociedad de mercado competitivo sino el resultado, de Igual forma, la proletarización fue el resultado y no la causa de las leyes del movimiento capitalista. 

En tanto la clase trabajadora quedó desposeída de sus poderes productivos, no tenían más opción que seguir la misma lógica competitiva del mercado. En ese sentido, el mercado agravó la división de clases entre compradores y vendedores de la fuerza de trabajo, entre exploradores y explotados. De ahí, el capital (como relación social, es decir las formas en las que se transforma la inversión) se volvió un nuevo instrumento coercitivo al ser la máxima disciplina en el control del trabajo y la vida humana. 

El resultado fue un modo de producción en el que sectores agrarios e industriales se reforzaban mutuamente como nunca antes. Capaz de imponer los imperativos de la competencia en todo el mundo y de ahí apareció un nuevo sistema comercial. Una vez Inglaterra asumió el capitalismo industrial, la circulación mercantil estaría condicionada por los imperativos capitalistas que se expandirían por Europa y luego por el resto del mundo. 

A pesar de que el capitalismo en Inglaterra se desarrolló a partir de las relaciones sociales entre productores y apropiadores dependientes del mercado, una vez la mercantilización y la competencia se vuelven la forma de reproducción social universal, los productores, incluso sin la presión de la subyugación de clase, estarían condicionados y presionados por los imperativos de mercado. Esto hizo parte no solo en los campesinos independientes sino también en industrias de trabajadores colectivas. Estos imperativos traen fuertes presiones para transformar las relaciones de propiedad social y para reproducir el antagonismo entre capital y trabajo, en cualquiera de sus expresiones. 

Hasta ahora sólo se ha analizado al capitalismo desde su origen nacional, empero, concebir al capitalismo únicamente de forma nacional es un error a la hora de entender su desarrollo que establece la expansión del capital y , de su mercado capitalista mundial. A partir de aquí se retratará la historia Internacionalista del mercado capitalista y sus Implicaciones imperialistas y colonialistas. 

El comercio, mercado e imperialismo no son propios del modo de producción capitalista, estos han existido y coexistido con otras formas de organización política, social y económica. Sin embargo, la naturaleza propia del capitalismo tiende a expandirse, creando inicialmente un campo de explotación que desintegra el orden previo para introducir los imperativos de la competencia creando y empujando a los mercados internos a nuevas relaciones internacionales sobre la base de la tecnología manufacturada y la fabricación a gran escala.

La cuestión del Imperialismo, por otro lado, es bastante problemática en tanto las principales teorías (Lenin, Bujarin, Hilferding, entre otros) consideran al imperialismo como una clase capitalismo monopolista yendo contra la tradición propia de Marx. En esta publicación se discutirá la cuestión del monopolio ni su rechazo, eso será para otra cuestión. Aún así, es posible aceptar ciertos aspectos políticos de estas teorías y lograr una explicación satisfactoria acerca de las firmas de opresión y dominación que ha caracterizado al capitalismo de ciertas naciones. 

La descripción popular de la relación entre capitalismo e imperialismo es la del intercambio desigual o las teorías de la dependencia que suelen promulgar la necesidad de una liberación nacional contra el «capitalismo monopolista». Esta visión suele estar acompañada del concepto de Europa como una estructura maligna que a través de su comercio protocapitalista asaltó al Nuevo Mundo, África y Asia. De igual forma, se dice que ese desarrollo dejó sin recursos al resto de países y les robó. Sin embargo, esta visión requiere de corrección por su uso de las teorías monopolista previamente rechazadas. 

Si con el término «Imperialismo» se entiende una forma internacional de extracción del excedente basado en la coerción extraeconómica, colonial o semi-colonial; o la explotación de unos países por otros, el mismo no sería aplicable a la realidad actual. De la misma manera, tampoco sería adecuado sí se busca denotar un sistema mundial en el que fuesen inevitables las guerras entre las potencias por nuevos repartos colonialistas del mundo, el término conserva vigencia en la medida en que contiene una carga crítica de la mundialización capitalista y del despliegue militar que conlleva, y si se lo adecúa a la realidad del capitalismo mundializado (RA, 2006).


Para continuar, volveremos al comercio feudal;

Como ya se mencionó, el feudalismo no fue contrario al comercio ni al mercado. De hecho, la visión de que los mercados locales se expandieron a través de la división del trabajo, es históricamente incorrecta. El comercio internacional en el feudalismo se dio principalmente por las clases aristocráticas y su consumo. Este comercio estaba desarrollado sobre la base del trabajo campesino que llevó, por ejemplo, al gran desarrollo mercantil de Países Bajos. A partir del siglo XIII la circulación mercantil feudal se extendió gracias a la extensión del modo de producción feudal junto con el desarrollo desigual en la formación social y económica europea y su correspondiente especialización del trabajo por regiones diferenciadas. 

Esta primera regionalización del trabajo permitió la estabilización entre transferencias de productos de distintas áreas europeas, estableciendo mercaderes filos y mercados por temporada al rededor de todo el mediterráneo donde existían rutas comerciales con puertos ingleses. Ya Smith había hablado sobre el rol de las exportaciones y su funcionalidad al desarrollar una división del trabajo nacional. Con este desarrollo intra-europeo creció correlativamente la circulación monetaria (aquí no se discutirá el origen del dinero). Está modalidad de Intercambio estuvo ligada a la estructura y reproducción espacial feudal desde el siglo XI. Sin embargo, este desarrollo no implica que no hayan existido otras formas de circulación. 

Lo que pasó es que hubo un coexistencia de modalidades de circulación heterogéneas y divididas regionalmente. De igual forma, está heterogeneidad y desarrollo mercantil servía a la producción de subsistencia y hasta cierto punto de los poderes extra-económicos feudales, su tendencia a la mundialización únicamente formó la creación de excedente a partir de la circulación. Esto último, como ya se explicó, cambió en Inglaterra al introducirse la competencia tras la eliminación de los beneficios extra-económicos de su aristocracia, viéndose obligados a transformar la riqueza en capital industrial y a reinvertir la ganancia, ya que el excedente ahora debían extraerlo de la producción y no la circulación. 

Imperialismo

Antes de retomar la cuestión del imperialismo y del desarrollo del mercado mundial, hay que concluir la cuestión de la definición del capitalismo, al menos en su desarrollo nacional. Para concluir esta cuestión se compararán algunas características formadas en la acumulación originaria inglesa de hace 400 años, con la sociedad contemporánea descrita usualmente como capitalista:

  1. Existe una desposesión de los medios de producción por parte de los trabajadores, mientras una clase los posee como propiedad privada.
  2. Existe una dependencia de los imperativos de la competencia. 
  3. Las formas de explotación se dan en la producción: hay trabajo asalariado, venta de la fuerza de trabajo por parte de los desposeídos y el excedente se extrae de la producción.
  4. La vida de los trabajadores está regulada por el control que ejerce el capitalista sobre su inversión. Si se aceptan estas pocas características, es mucho más fácil describir a qué se le puede llamar capitalismo, aunque aún falta gran parte del análisis. 

Para entender al imperialismo hay que hacer un análisis propio de su terminología así como se hizo con la palabra capitalismo. 

El término imperialismo tiene como referente original al segundo imperio francés de Louis Napoleón, haciendo sinónimo con el Bonapartismo. Más tarde el termino se asociaría tanto con los dominios británicos emergentes de la competencia Capitalista como con el expansionismo norteamericano durante la guerra hispanoestadounidense, la doctrina Monroe y el expansionismo occidental en general.

Charles Arthur Conant y Emest Beltort Bax fueron los primeros en definir ciertas políticas económicas como imperialistas. 

Charles Arthur Conant (1898) argumenta que el capitalismo requiere del imperialismo para funcionar pues es necesaria una expansión de capitales y de emprendimiento para evitar la continuación innecesaria de los existentes medios de producción con la consiguiente superabundancia de productos no consumidos que paralizan el comercio y hacen caer las tasas de rentabilidad. Arguyendo de igual forma que la guerra suele satisfacer la necesidad de esa expansión. Años más tarde, John Hobson (1902) plantearía su visión del imperialismo de forma parecida a la de Conant pero diciendo que era evitable, pues según él «cada concentración de la propiedad y del control, parece acentuar la tendencia a la expansión imperialista». 

Según Hobson, el imperialismo se debe a la concentración de ciertos intereses económicos dominantes, y puede ser reversible con las políticas distributivas correctas. Lenin se basaría en Hobson para definir luego al imperialismo como la forma superior del capitalismo que ya no se regiría por la ley del valor de Marx sino por monopolios expansivos que oprimirían a las burguesías de países no desarrollados. 

Teniendo en cuenta estas definiciones iniciales (que no son las únicas pero que suelen ser las más influyentes en la izquierda), es imposible tener una teoría del imperialismo. Primero porque no se puede entender al mismo proceso de expansión Capitalista como imperialista (los diferentes desarrollos capitalistas no siempre han sido llevado a cabo por procesos imperialistas) y segundo porque la no competencia es completamente insatisfactoria con el resto de teoría económica marxista principalmente porque la ley del valor marxista sostiene que lejos de haber una opresión contra la burguesía, lo que hace es desarrollar al capital en otros lados. A continuación daré una breve crítica a la teoría del imperialismo de Lenin: 

  1. Lenin afirma que los monopolios han arrasado con la competencia, sin embargo el propio Marx usa a los monopolios para su teoría de la competencia. Siempre han existido junto con las pequeñas empresas. 
  2. Afirma también que hay una nueva oligarquía financiera, sin embargo esa fusión entre el capital bancario y el industrial ya existía en el control financiero medieval de los Visconti, Médici, Fugger y en los experimentos de Jhon Law.
  3. El hecho de que haya asociaciones capitalistas internacionales, no implica que ya todo esté repartido entre estos, sino que el capitalismo también se ha expandido. 

Sabiendo esto, ¿a qué se le puede llamar imperialismo entonces? Siguiendo definiciones más generales, se puede definir al imperialismo como un sistema de control político, económico y social de un territorio, un núcleo imperial, hacia otro territorio de su periferia a través de políticas expansionistas. Esta definición le quita el supuesto carácter histórico que las primeras concepciones del término formularon. Lo cual podría complementarse con la cuestión de los imperios en Gustavo Bueno.4 

Los motivos para ejercer un control imperialista son varios, pueden ser desde cuestiones militares, económicas, nacionalistas e incluso racistas. En los siguientes posts se observará cómo funcionaba el imperialismo pre-capitalista (sin necesidad de extenderse a la era antigua) y su forma de aparecer en el modo de producción capitalista, sin dejar de lado la cuestión del mercado mundial que es un tema bastante relacionado y discutiendo la razón de la extensión capitalista y al tiempo las tesis de los primeros teóricos del imperialismo. 

Para entender el desarrollo del imperialismo precapitalista y capitalista, se seguirá en las relaciones feudales o mercantilistas si se prefiere el término. A diferencia de la creencia popular, Inglaterra, cuna del capitalismo, tuvo un desarrollo colonial e imperial tardío. La colonización británica y su adquisición de riqueza se quedó atrás, irónicamente, por el desarrollo de su capitalismo nacional del cual luego dependerá su imperio. España, en cambio, tras triunfar en su llegada a América obtuvo una temprana y próspera adquisición de riqueza en forma de acumular primitiva. Sin embargo, esa riqueza mantenida bajo el feudalismo y un desarrollo mercantil primitivo se consolidó como una acumulación no productiva. 

De igual forma, Inglaterra fue uno de los muchos países que desarrolló alguna forma de explotación colonial, pero ninguna cantidad de riqueza colonial tuvo los efectos que el mercado inglés desarrolló en otros países, ya que solo Inglaterra mantenía los imperativos de la competencia necesarios para el desarrollo del capitalismo. Escribe Meiksins Wood: «si la riqueza colonial y el comercio de esclavos contribuyeron a la revolución industrial británica, fue porque la economía británica ya había estado estructurada durante mucho tiempo para las relaciones de propiedad social capitalista». Esta aclaración sugiere y confirma la necesidad del cambio de relaciones de propiedad para el desarrollo de la expansión global capitalista. 

Ya se ha repetido bastante que la forma de apropiación de excedente pre-capitalista tenía una forma de poder absoluto y no puramente económica.

Es decir, se daba al explotar más de los productores directos en lugar de aumentar la productividad del trabajo. Esta clase de apropiación extra-económica se llevaba a cabo por medios de coerción directa utilizando poderes militares, jurídicos y políticos para extraer el excedente sin desapropiarlos de sus medios de subsistencia. Con respecto al comercio «internacional», este se seguía basando en las leyes de subsistencia y escasez, la apropiación también era extra-económica (comprar barato y vender caro). Las expansión imperialistas previas al capitalismo, también se suscribían a esa lógica. 

Este Imperialismo pre-capitalista usaba la misma coerción militar para obtener impuestos y tributos a los territorios dominados, buscaban aprovecharse de los terrenos, recursos y mano de obra esclava de dichos territorios, o, en la circulación, bajo países de transporte caro o arbitrajes entre mercados distantes, lo cual era para asegurar vías comerciales o imponer monopolios. 

Esta clase de control se hacía con el propósito de mejorar rutas de comercio, ya sea mediante una ocupación territorial amplia, creación de monopolios en esas rutas o establecimiento de puestos comerciales. Siendo España en América y Holanda en África ejemplos destacados. 

El caso de España, o más bien, Castilla, es bastante curioso. Se dijo previamente que tenía una acumulación no productiva, sin embargo, en Castilla existía una producción de la industria rural a domicilio que se bloqueó debido al poco avanzado mercado interno quedando atrapado en los gremios. Manteniendo así la acumulación improductiva y poca competitividad con los mercados externos que desarrollarían a Inglaterra. Gran parte de esto se repetiría en la colonización de América, que explotaba al trabajo indígena para reclamar excedentes de subsistencia en forma de esclavitud, encomienda, trabajo minero asalariado, donde la Corona tuvo que intervenir para evitar a creación de feudos en sus posesiones de Ultramar y al tiempo creó una burocracia por la administración del oro. Evitando se esa forma el desarrollo autónomo de América pero introduciéndola en el comercio mundial. 

Lo mismo ocurrió con la colonización francesa que estableció un comercio de pieles sobre una economía de subsistencia. El único caso de desarrollo productivo ajustado al comercio se dio bajo el uso de esclavos y la producción minera de las américas coloniales. De igual forma, muchas formas de intervención en África no desarrollaron un capitalismo que mejorará las condiciones de sus trabajadores, sino que mantenían un modo de explotación de subsistencia que hacían más miserables a los trabajadores. 

Aquí no se tratará acerca del desarrollo Africano y sus complicaciones que tienen que ver bastante con el ambiente, de todas formas, fue el desarrollo del capitalismo europeo lo que motivó las relaciones comerciales en África que previamente se limitaban a las costas. 

Las nuevas dinámicas nacientes del capitalismo producirían una nueva forma de colonización y de impulso imperialista que ya no buscaba únicamente la adquisición de riqueza por la fuerza sino que traía consigo la expansión de los imperativos de la competencia y de la propiedad capitalista. Expandiendo la dependencia en la competencia y acumulación productiva. La expansión de estos imperativos crearían nuevos motivos para justificar desposesión coercitivas y guerras comerciales. En el siguiente post se revisará como evolucionaría esa nueva forma de imperialismo capitalista a través de la colonización irlandesa. 

La primera manifestación del imperialismo capitalista se puede encontrar en una parte de la historia de la extensa relación invasiva que Irlanda ha sufrido por parte de Inglaterra. Aquí se refiere a la época entre La conquista de Tudor a Irlanda y la de Cromwell entre el siglo XVI y XVII.

A pesar de que esta no era la primera vez en la que Inglaterra intentaba conquistar a Irlanda a través de fuerzas extra-económicas militares señoriales-feudales, esta vez la monarquía de Tudor usó una táctica diferente que luego desarrollaría la base del Imperialismo moderno.

La conquista inglesa que buscaba ejercer un control político y económico usando las herramientas de colonización militar y señorial fue complementada con el intento de imponer una hegemonía económica cambiando el orden social, político y económico previamente existentes. A partir de 1584, tras la colonización de Munster en 1580, el gobierno inglés creó una comisión de registros de propiedad a los colonos que introducían la agricultura inglesa en la región. La clara intención de eso, era el intento de restablecer el mismo orden comercial que ya tenía Inglaterra, basadas en las relaciones sociales entre terratenientes y arrendatarios. 

Friedrich List (2003) señalaba que la prédica británica «la favor del librecambio recuerda la actitud de quien, una vez en lo alto, arroja al piso la escalera para evitar que otros suban» (una tesis también mencionado por varios autores, los países se han desarrollado por medio de medidas proteccionistas y cuando estos países logran desarrollarse, predican otras ideas radicalmente diferentes para que el resto de países no les alcancen, véase esta entrada del blog).

Primero se introdujeron pequeñas colonias y luego se pasó a masivas confiscaciones de tierras para la importación de colonos. La violencia militar transformó las relaciones sociales de propiedad e introdujo al capitalismo agrario (en otra entrada se ha tratado las Colonias británicas). 

Los ingleses forzaron las nuevas relaciones sociales de propiedad sin que necesariamente se aceptarán arrendatarios nativos introduciendo la defensa al a propiedad privada, lo mismo se dio lugar en India:

«En un aspecto Gran Bretaña sí cumplió con esta reputación. En ningún campo estuvo tan a la zaga de otras naciones occidentales como en el apoyo público a la educación. Hasta 1870 las únicas escuelas eran las dirigidas por fundaciones religiosas o privadas, la mayoría de las cuales (excepto las escuelas parroquiales de Escocia) eran de pago. En consecuencia, la mitad de la población no recibía ni la mínima instrucción elemental. Sólo la clase acomodada obtenía algo más que los rudimentos.» (Cameron y Neal, 2005, pp. 323).

La intención de Inglaterra jamás fue hacer de Irlanda un competidor comercial ni desarrollar su industria, sino hacerle dependiente y explotable. Lo mismo se dio con la extracción de recursos, los países occidentales desarrollados obtuvieron hasta el 90% de sus necesidades de los países del Tercer Mundo; a nivel mundial (en volumen) para todos los minerales el déficit fue cercano al 30%. Sin embargo, contrariamente a la opinión generalizada, se trata de un fenómeno relativamente reciente. Incluso en el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, los países desarrollados (incluidos los occidentales) eran casi totalmente autosuficientes en materia de energía. Hasta finales del decenio de 1930 el mundo desarrollado producía más energía de la que consumía y exportaba un considerable excedente de productos energéticos, en particular carbón, mientras que uno de los mayores exportadores de energía era uno de los países más industrializados: Gran Bretaña. En 1913, las exportaciones netas de carbón, y productos derivados del carbón, de Gran Bretaña ascendieron a 78 millones de toneladas o el 27 por ciento de su producción nacional —y el 6 por ciento de la producción mundial—. Cabe señalar que, como las importaciones británicas, y en general europeas, procedentes del extranjero incluían mercancías más voluminosas que las exportaciones de ultramar, las tasas de flete fuera de Europa eran inferiores a las tasas de flete dentro. Esto favoreció las exportaciones de carbón, un producto de muy bajo valor unitario. Sólo después del rápido crecimiento de los productores del Oriente Medio, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, se produjo un cambio real en esta pauta de consumo (Bairoch, 1996). Algunos países occidente dependía de algunos productos de la URSS como el titanio, paladio y otros materiales estratégicos o países como Austria eran dependientes de combustibles primarios, importaciones (Hanson, 1981, pp. 244).

La historia de los principales minerales es muy similar. El único tipo importante de materia prima para el que los países desarrollados dependían del excedente de producción del Tercer Mundo eran las fibras textiles, e incluso en este caso la dependencia era limitada. Pero empecemos con la materia prima más importante —la energía— y con un balance en vísperas de la Primera Guerra Mundial.

¿Pero qué tiene de diferente esta forma de imperialismo a las anteriores?, ¿Acaso en las anteriores no se alteraban también las relaciones de propiedad? Sí y no. La gran diferencia entre esta forma de imperialismo y la anterior es que está completamente (o en su mayoría) motivada a transformar dichas relaciones sociales y hacerlas dependientes únicamente de forma económica. Por ejemplo, en la conquista de América, la mayor parte (si no toda) de las transformaciones sociales se dieron por razones políticas o culturales, como fue el famoso Requerimiento de Palacios Rubios en la conquista de América el cual era un protocolo de inserción social que se daba a los indígenas con tal de aceptar el dominio del rey esclavizando a quienes se negaban. 

Como se mencionó anteriormente, el Imperialismo previo al capitalismo mantenía más una coerción política y de acumulación improductiva que una dependencia necesariamente económica. No requiera de la transformación de la forma de producir o sus relaciones de propiedad de forma necesaria. Solo se hacía un añadido territorial. Mientras que el capitalismo necesita la creación de obreros asalariados para subsistir, en otras palabras, requiere de la desposesión de los medios de subsistencia y la extinción de los derechos de propiedad tradicionales, el cual no solo se manifiesta como dominio de clase sino también imperial con el fin de mantener la colonia o las relaciones jurídicas y sociales para la reproducción del capital.

Sin embargo, esta explicación, que de hecho parece ser más una descripción, no explica la razón para que el capitalismo se expanda y, por tanto, tienda al imperialismo. Es aquí donde entra en escena la teoría del comercio mundial. ¿Por qué el capitalismo se expande? O mejor dicho, ¿por qué no fue hasta la llegada del capitalismo que se pudo completar el proyecto de la globalización? 

Esta pregunta nos devuelve otra vez al comercio feudal y a la transición entre el feudalismo y el capitalismo para encontrar la razón por la cual hay una expansión.

Para eso se requiere volver a la distinción que se hizo entre feudalismo y Capitalismo. La distinción no está en la producción de mercancías como se ha visto, sino en la naturaleza de esa producción. En el comercio feudal (y el mercado pre-capitalista en general) el valor de uso no está separado del valor de cambio; su forma útil era orientada al intercambio sin desconectarse de su producción de subsistencia al no haber una desposesión por parte de los productores. No había imperativos de la competencia y mucho menos un mercado laboral como base de la reproducción de mercancías. Y la mercancía estaba orientada a determinados sectores sociales, no era una producción completamente social.

En el capitalismo el valor de uso, la propiedad útil del producto individual, es indiferente para el capitalista y el productor. Es una consecuencia inevitable que no le sirve a éste puesto que la producción está dirigida para el consumo de alguien más. No hay un valor de uso individual para el productor sino que el valor de uso se destina a . alguien más, hay un valor de uso social realizado mediante el trabajo de un productor individual e independiente de los otros. Esto es que el gasto fisiológico que se gasta en producir un producto que expresa la relación entre una determinado tiempo y cantidad de productos, entra en capacidad de cambio con otro producto con la misma proporción de trabajo. 

Aquí aparece el famoso tiempo de trabajo socialmente necesario y la ley del valor como consecuencia del aislamiento, y privatización, del trabajo social. Cabe destacar, para concluir, que en esta etapa inicial del capitalismo, al no haber ramas diferenciadas de la producción o con un desarrollo técnico bastante similar entre esas, es posible afirmar teóricamente que la demanda y la oferta se correspondían entre sí y que el precio era equivalente al valor como tiempo de trabajo (el supuesto que Marx usa en el primer volumen de El capital) pero a través de la especialización de los capitales y las inversiones para cada empresa, se terminaría afectando a sus respectivos precios finales. 

La mercancía individual es la forma elemental de la riqueza en el capitalismo (Marx, 1867). La forma en la que se produce es la forma de trabajo individual, independiente y aislado, y solo a través de la enajenación, de la separación entre el productor y su producto, demuestra que es trabajo social general en el curso del intercambio. Este intercambio, la bifurcación entre valor y valor de uso, a pesar de no ser único del capitalismo, solo adquiere en este la forma elemental de la riqueza como trabajo social. 

Dicho trabajo social bajo el capitalismo, conducido por la competencia, tiene un único fin en sí mismo, donde se encuentra la razón de su expansión y desarrollo de las fuerzas productivas: la producción y acumulación de plusvalía. 

Para el capitalista los medios de producción ya no son considerados como medios de subsistencia, solo se consideran como ayuda a la producción de valor (y plusvalor) y en ese sentido les presta atención como valor de uso, en su calidad. La producción de valor y plusvalía muestran su desarrollo pleno en la producción continua y creciente de la cantidad de mercancías. En esta sociedad subordinada al valor y plusvalor, aumenta el significado de la variedad de productos a satisfacer la diversa demanda. Todo se tiende a mercantilizar y diferenciarse con respecto a lo que se demanda. Solo hay una subordinación a la demanda en tanto necesidad de venta. 

La creación de nuevos demandantes se da en la intersección entre un entorno externo con productos desconocidos. A partir de ahí surge el desarrollo de la tecnología necesaria para su (re)producción. La creciente diversidad de los medios de consumo acompañada por la intensificación de las necesidades, potencia el campo de expansión del intercambio y los procesos laborales necesarios; desde la obtención de materias primas hasta la producción de mercancías reproducibles y algunos lujos irreproducibles. Esta es la base de donde surge la producción masiva que caracteriza a la sociedad capitalista. 

Se genera un desarrollo técnico a partir de la competencia desestabilizando el orden entre la oferta y la demanda. De esa forma crece el intercambio, intensificando la producción de mercancías. La necesidad de su venta empuja la búsqueda de mercados exteriores. El capital impulsa las fuerzas productivas así como impulsa la expansión global de sí mismo. 

La variedad cada vez mayor de riqueza a satisfacer un valor de uso asume una variedad de esperas de producción y cambios técnicos entre empresas, por lo tanto también una exhaustiva oferta de medios de producción necesarios. A razón de esto, aumenta la demanda de materias primas. 

En las relaciones coloniales, las colonias que mantienen un modo de producción no capitalista pero con apropiación y distribución por parte de capitalistas, su producto solo se altera en el mercado externo. En la medida en que los medios de subsistencia de las colonias no cambien de forma técnica y en las que su materia prima sea extraída al mercado externo, se podrá hablar de explotación a países y dependencia. Sin embargo, la propia tendencia de expansión capitalista elimina y supera esas relaciones imperiales en tanto requiere de la producción de mercancías en mayor medida posible. El capital industrial promueve esa transformación al igual que la de los productores directos en obreros. 

El aumento del intercambio internacional supone una división igual del trabajo. Para empezar este análisis se va a aclarar algunas cosas: 1. La división del trabajo no es natural,6  no es estática ni permanente sino que cambia junto con las condiciones económicas. 2 El desarrollo de la división del trabajo sugiere la especialización de trabajadores frente a una determinada rama productiva, presuponiendo la producción individual e independiente propia del capitalismo, siendo consecuencia de este (puede surgir en otras sociedades pero con un desarrollo poco avanzado e insignificante). Esta división surge con el intercambio mercantil y la separación entre el campo y la ciudad como resultado del desarrollo de la producción mecanizada… .. Separando la agricultura de la industria rural doméstica. De esa forma el capital industrial conquista el mercado nacional por completo y de igual forma al mercado externo. 

La producción barata por parte de la mecanización y mejora de los medios de transporte permiten la conquista de los mercados externos. Al arruinar la producción de los trabajadores directos, la maquinaria convierte su producción a la fuerza en suministros de materiales prima. La inversión en maquinaria permite separar y desplazar la producción de un sector a otro (como Inglaterra con las Indias). De igual forma, Sí no se logra descomponer la producción no capitalista en los mercados externos, la inversión será en vano. 

Las sociedades no eligen sus fuerzas productivas, son herencia cultural y económica de las formas de vida que le presentaron. En su expansión, el capitalismo destruye todos herencia de improductividad de las sociedades no capitalistas con el único fin de poder reproducir el capital. 

Aquí apenas estamos en la punta del iceberg. Se ha descubierto que es la producción de plusvalor lo que incita la expansión del capitalismo, pero eso implica que hay una contradicción propia en su producción que permite esa expansión. La tendencia constante de la producción a superar la expansión del consumo ya que el objetivo del capitalismo no es satisfacer las necesidades sino la producción y acumulación de trabajo no remunerado. 

Se ha definido al capital como la relación social propia de las inversiones, pero ¿qué significa esto realmente? El capital es el valor en movimiento, valor que se valoriza. Constituye una relación social: aparece como dinero, luego medios de producción y trabajo (luego mercancía, para al final obtener dinero nuevamente. El capital es el valor generando más valor a través de la explotación. De ahí, la producción de plusvalor. 

El capitalismo, entonces, tiene una tendencia a expandir la producción hasta el límite propio del tamaño de las fuerzas productivas disponibles. 

En esto consiste la producción masiva del capitalismo: se explota la máxima cantidad de trabajo con la cantidad de capital dado sin ninguna consideración de los límites del mercado o de incentivos de compra (esto depende tanto de la cultura, necesidades dadas, como de otros factores artificiales el. distribución de ingreso con el fin de aumentar el consumo). Todo mediante la expansión continua de la reproducción y acumulación de capital. Entre más crezca la producción y no haya alguna modificación artificial que pretenda aumentar el consumo, la demanda será más inconstante. Estas tendencias prevalecen con la competencia, el cambio técnico y el aumento de la productividad. 

La creciente (sobre)producción supera rápidamente al consumo que, de todas formas, tampoco deja de crecer necesariamente. La producción capitalista encuentra su límite en su propio mercado y tiende a expandirse, experimenta la necesidad de ampliar sus límites geográfico. Muchos autores pensarán que el mercado y la producción son factores que dependen entre sí. Esta dependencia sólo existe como relación social, la expansión de la producción no implica necesariamente la expansión del mercado; el mercado puede no extenderse lo suficientemente rápido para compensar la producción, o la producción puede superar los nuevos mercados. El capital es su mismo límite. 

Esto es consecuencia de que los productores sean independientes y que el intercambio sea en forma de dinero: El dinero es un equivalente entre mercancías (no hay cambios directos), y la producción no coincide necesariamente con el tamaño de las compras en el mercado, ni las compras ni ventas de todos los participantes coinciden, la producción ahora es vista como necesidad para evitar el desabastecimiento, pero esto no implica que la demanda y la oferta sean equivalentes. 

La solución a la contradicción de sobreproducción se encuentra en una crisis o en la expansión geográfica de los mercados lo cual suele ser por la violencia. Kocka (2013), de nuevo, recalca que la experiencia histórica demuestra que las consecuencias desestabilizadoras del capitalismo desde el punto de vista social pueden, como mínimo, mitigarse con herramientas estatales, siempre y cuando la comunidad esté en condiciones de hacer uso de esas herramientas, incluso a pesar de la posible resistencia, y de aplicarlas de forma proporcional. En este sentido, cada vez es mayor la necesidad de una intervención compensatoria, preventiva y duradera por parte del Estado, máxime cuando la sensibilidad, el nivel de exigencia y la capacidad de articulación de la opinión pública como actor político se han incrementado en muchos lugares y seguirán haciéndolo en el futuro. Es evidente que la existencia o la carencia de una cultura de protesta, el grado de desarrollo de una opinión pública de carácter político y las características del sistema político determinan en buena medida si los abusos económicos y sociales acabarán desembocando en unos movimientos sociales e intervenciones por parte del Estado que, de tener éxito, conseguirán que el capitalismo aumente su responsabilidad social y, con ella, sus posibilidades de supervivencia. El avance del Estado del bienestar desde finales del siglo XIX es el mejor ejemplo de ello. Sin embargo, en el capitalismo actual resulta más difícil que se de lugar a un proceso civilizador análogo, dado que el sistema económico, cada vez más global y con más efectos transfronterizos, no se ve contrarrestado por ninguna forma de Estado igualmente global y transfronteriza que pueda oponer una resistencia real a su vehemente dinámica.

En los orígenes del capitalismo las economías de subsistencia, campesinas y artesanas, se vieron reemplazadas y transformadas por la industria manufacturera. Al consolidarse como modo de producción dominante de forma nacional, se apropia de la producción mecanizada de forma escalar al necesitar cada vez más mano de obra. Su consolidación siempre se dio como producción social a pesar de sus resultados desastrosos para los pequeños productores que estaban en plena proletarización. Por otro lado, en los países donde el capitalismo no «surgió», sino que fue impuesto, se arremetió contra su producción no capitalista. Se trató de generar una nueva acumulación primitiva mientras se destruía la producción social no capitalista. 

Los grandes proyectos coloniales como los ferrocarriles en India por parte de Inglaterra, evitaban la transformación manufactura transitoria y la imponían directamente contra su producción, deshaciéndose de ésta así como de la propiedad que la mantenía. Apareciendo de la nada decenas de millones de pobres proletarios que deberán ser sometidos al mercado laboral. Otra forma de introducir el capitalismo es la venta de mercancías baratas y la introducción por medio de ese mercado de los imperativos de la competencia, algo visto en China por parte del Imperio británico y el monopolio de la Compañía Británica de las Indias orientales. 

 

De igual forma, los países de dónde el capitalismo es originario o fue introducido por la cercanía de su origen (Europa occidental) mantuvieron una ventaja frente al comercio mundial. Los países colonias pre-capitalistas de los anteriores mencionados, mantuvieron la suerte de haber sido introducidos al comercio mundial de forma previa aunque no mantuvieron el mismo desarrollo productivo. Finalmente, los países que se involucraron en el comercio mundial de forma tardía sea consecuencia o no del imperialismo capitalista, deben hacer competencia frente a los otros, mientras tratan de evitar que su comercio sea apoderado por países desarrollados. 

Los países con un capitalismo desarrollado tienen un crecimiento en la Composición orgánica del capital (relación entre capital invertido a los medios de producción e invertido a la fuerza de trabajo, a partir de ahora; COC) lo cual reduce la demanda de trabajo en términos relativos al desarrollarse la maquinaria y la productividad, al tiempo de que crece la clase trabajadora por la acumulación de capital y la necesidad de producir medios de producción. En los países que apenas están desarrollando el capitalismo, no producen medios de producción, de ahí que la metrópoli envié industria pesada a las colonias. 

Hasta ahora se ha analizado las razones de expansión del capitalismo y su intervención en países no capitalistas. La cuestión restante es la del intercambio internacional y la competencia. Ambas se analizarán de una sola vez por la similitud de su naturaleza. 

Volvamos a la cuestión del imperialismo. La teoría de imperialismo expresada como un nuevo capitalismo monopólico se presenta como la estrangulación del desarrollo de las fuerzas productivas de otros países por el estancamiento debido al monopolio que ya no fija precios de acuerdo a la ley del valor (Hilferding, 1910, pp. 257; Lenin, 1917, pp. 61). Esto, sin embargo, no es cierto. 

El imperialismo Capitalista lo que hace es destruir la producción ineficiente, los pueblos y la tierra de sociedades pre-capitalistas para introducir los imperativos de la competencia y satisfacer con producción eficaz las demandas de materias primas de la metrópoli. Se podrá decir que los países industrializados tienen un monopolio sobre la producción de mercancías industriales y que son dependientes de los que tienen materias primas. Esto también es erróneo. En primer lugar porque los países menos desarrollados también tendrían un monopolio con respecto a las materias primas, lo que no tienen es la industria eficiente para movilizaría, algo que afecta a la metrópoli capitalista, no a las colonias. 

En segundo lugar, la industrialización que hace la metrópoli con la colonia para extraer materia prima crea una interdependencia entre países no dependencia económica, la Única dependencia que habría sería política, pero eso no afecta la transacciones económicas capitalistas y mucho menos impondría monopolios si se requiere introducir los imperativos de la competencia. 

El intercambio internacional no desarrolla países dependientes sino interdependencia entre sus mercados. Primero movilizando capitales de diferentes industrias a los países menos desarrollados, luego desde la apertura de los mercados y la introducción de la competencia, estas industrias tienden a diversificarse. 

Al igual que en la competencia nacional, la competencia internacional funciona de forma parecida. Se determinan los precios de la misma forma: a través de la ley del valor trabajo, donde el precio de mercado en el largo plazo será igual al costo, el precio gravita hacia el valor trabajo. Ahora no se mostrará la reducción de valores nacionales, pero se hará un acercamiento a cómo funciona la competencia. 

Al haber diferentes productores independientes es bastante obvio todos tienen diferente desarrollo técnico que afecta la producción. Quienes tienen mayor COC (composición orgánica del capital) tienen tecnología superior al promedio de la rama lo cual les permite mayor productividad que los que tienen menor COC. Para hacer esto, se incrementa la inversión en capital constante, el dinero empleado en medios de producción se aumenta mayor medida que el destinado al pago de la fuerza de trabajo. Los marxistas llamamos a esta proporción en valor, cuando se refleja a la vez un movimiento en la capacidad productiva del trabajo, composición orgánica del capital (Marx, 1867, 3: 697). Expresado matemáticamente:

Co = kc/Kv                         (1) 

La capacidad de aumentar la composición orgánica del capital es lo que posibilita a los capitales aumentar su productividad mediante, por ejemplo, la mecanización, con lo que producen una plusvalía adicional y, de paso, desbancan a sus rivales. 

Ahora podemos contemplar críticamente algo que acabamos de tomar como dado: por qué uno de los productores pudo equipar a sus trabajadores con mejor tecnología. Obviamente, esto depende de la posibilidad de pagar por ella, tan solo aquellos que dispongan de mayor capacidad de inversión podrán comprar la maquinaria más avanzada. ¿Y quiénes tendrán a su alcance dicha capacidad de inversión? Aquellos que, en el ciclo productivo anterior, hayan gozado de mayores beneficios, quienes previamente gozaban de una maquinaria relativamente buena. Es el trabajo pasado, por tanto, el que determina las condiciones del trabajo presente: Se trata de un círculo vicioso que tiene por resultado la polarización, un caso paradigmático del conocido «efecto Mateo», cuyo nombre proviene de un evangelista que tuvo a bien escribir aquello de: «porque al que tiene se le dará y abundará; pero al que no tiene, aún lo que tiene, se le quitará» (Mateo 25-29). Ahí está el núcleo de la ley general de acumulación capitalista. 

El capital constante que se aplica a la producción logra determinar la cantidad de masa de productores que se puede producir. Entre mayor valor (el capital constante se puede decir es valor pasado; trabajo muerto) y mayor cantidad de productos creados en unidades iguales de tiempo, resulta en precios más bajos debido al cambio técnico aplicado, más inversión de capital constante. Así las condiciones para reproducir al capital constante y, por lo tanto, al capital en general, debido a diferencias en la COC, caracteriza la competencia nacional y a la interrelación económica entre países. 

Cabe señalar que la forma en la que un país puede terminar de desarrollarse tiene tanto que ver con las políticas externas como las internas. Si un gobierno da límites a la acumulación y reproducción de capital y de los activos sin un fin definido acerca de la propia abolición del capital, es muy probable que su desarrollo capitalista se vea afectado. Esto no implica que deje de ser capitalista, pero afecta su funcionamiento interno y a las personas que participan en este. La cuestión del control de precios, comercio o del intento de un «capitalismo justo», no siempre tiene consecuencias positivas. A medida que las economías se hacen más interdependientes, las intervenciones en la economía deben saber usarse. 

Los impuestos y la redistribución de ingreso no son contrarios al capitalismo ya que no afectan directamente las relaciones de clase, sino que mantienen las mismas relaciones pero intentando dar un rol social (más allá de la reproducción del capital) a la acumulación capitalista de forma que todos puedan contribuir en el mercado y participar del trabajo asalariado. Esto no afecta ni las relaciones de producción ni mucho menos la organización social de esta misma producción. El Keynesianismo y la socialdemocracia parecen ir contra el capital, pero son en realidad una reforma social dentro del capitalismo (y el capital) a partir de problemas propios de éste como lo son la acumulación continua de capital y la necesidad de complementar la demanda, los cuales creen solo pueden solucionarse a partir de la intervención.


Observaciones finales

En esta serie de publicaciones se ha llevado a cabo un análisis del capitalismo empezando desde el concepto histórico de su definición hasta los fenómenos que abarcan su funcionamiento todavía presentes. Este análisis presenta al capitalismo desde sus determinaciones históricas sin adherirse al ideal que los defensores del capitalismo suelen usar para su propia definición. Cuestiones como la moral, la libertad, la igualdad, la justicia, entre otros, son completamente vacíos a la hora de realizar un análisis serio sobre su funcionamiento real y su único propósito dentro de la definición de «sistemas económicos» es la confusión y la propaganda que hacen los apologistas del capitalismo.

¿Qué es el capitalismo entonces? Si nos adherimos a los criterios presentados en esta serie de posts, el capitalismo no puede definirse a partir de la propiedad privada o el «mercado libre», términos que resultan tan abstractos como la «libertad» a la hora de definir la complejidad del capitalismo. 

El capitalismo en esencia, es un modo de producción, o sea, su producción es reducible a las relaciones que mantiene y su organización social del trabajo. En este los productores aparecen como libres e independientes, pero solo pueden consolidar su producción social con medios de distribución como el mercado produciendo mercancías (incluida la reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía). 

Esta forma de producir independiente exige la producción competitiva y la acumulación de un excedente necesario para seguir reproduciendo las relaciones propias del sistema; esto es la existencia de capital: relación social en la que se busca generar más dinero a partir del trabajo obrero. Finalmente se puede afirmar que en el capitalismo los productores independientes están bajo contratos de trabajo únicos, no todos los productores son dueños de los medios con los que producen, unos están desposeídos y buscan contratos para poder mantener su subsistencia, esto no implica que eliminando a los dueños de los medios de producción, cambie el capitalismo. Si no cambia la forma de producción (trabajo asalariado y capital), solamente será otra forma de distribución aparentemente más democrática pero donde se siga necesitando la competencia y por lo tanto la reproducción de capital y su respectiva acumulación. Eso no elimina el antagonismo entre el capital y el trabajo, en tanto sigue existiendo una clase trabajadora desposeída de sus medios de producción, pero manteniendo relaciones más democráticas que con un jefe en la cuestión de la distribución del salario. O sea, la organización del trabajo no cambia, y las relaciones de producción siguen siendo de (Inter)dependencia material pero no interdependencia personal. 

Para terminar, cabe decir que tratar al capitalismo como inmoral, «malo», injusto o con términos peyorativos sumamente abstractos, no es diferente a tratar de defenderlo desde los términos de la libertad, «bondad», y justicia. Asimismo, las consecuencias imperialistas del capitalismo hacen parte de su naturaleza: las estructuras del Estado y sus funciones en la economía tampoco son independientes del capitalismo, y su crítica debe estar basada en la eficacia de su funcionamiento al no poder asistir a ciertos intereses de quienes participan en dicho funcionamiento. El capitalismo debe ser criticado por las razones de su existencia material, no las consecuencias que ha generado.

El capitalismo es un modo de producción histórico basado en la producción mercantil, la plusvalía la acumulación de Capital y división del trabajo. La propiedad privada fue una reacción a la competencia feudal. Recordar que las tierras colectivas fueron expropiadas a la fuerza y privatizadas para los sectores más favorecidos con el estado. El mercado es previo al capitalismo y la propiedad privada también.

Puedes existir libre mercado sin capitalismo, en eso está el mutualismo. Lo que no puedes existir e es capitalismo sin 1) sobre o subproducción de mercancías que se acumulan en mercados 2) valor de cambio definido como valor de intercambio mercantil y no de uso inmediato por la acumulación de primer punto 3) división del trabajo por parte de la producción mercantil para la igualación del trabajo y las mercancías en su acumulación. Eso es un modo de producción, eso es capitalismo, puedes concurrir ya sea con propiedad privada, estatal o colectiva. Pero si tiene eso y circulación de dinero, siempre habrá plusvalía y acumulación de capital.

El socialismo según la Real Academia Española (RAE) es:

«Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.»

Es decir, por una parte tenemos el socialismo, basado en la propiedad pública o socialista de los medios de producción. Y por otra parte, el modo de producción vigente, el capitalismo, basado en la propiedad privada de los medios de producción. Cabe destacar que una economía es capitalista aún teniendo empresas públicas, como Mises (1940) expresaba:

«Llamamos al capitalismo o economía de mercado esa forma de cooperación social que se basa en la propiedad privada de los medios de producción.
El socialismo, el comunismo o la economía planificada, por otro lado, es la forma de cooperación social que se basa en la propiedad pública de los medios de producción. (pp. 1)

[…] Si dentro de una sociedad basada en la propiedad privada de los medios de producción, algunos de estos medios son de propiedad y operación públicas, esto todavía no crea un sistema mixto que combine el socialismo y la propiedad privada. Mientras solo ciertas empresas individuales sean de propiedad pública, el resto sea de propiedad privada, las características de la economía de mercado que determinan la actividad económica permanecen esencialmente intactas. Las empresas públicas, también, como compradores de materias primas, productos semiacabados y mano de obra, y como vendedores de bienes y servicios, deben encajar en el mecanismo de la economía de mercado; están sujetos a las mismas leyes del mercado. Para mantener su posición, ellos también deben esforzarse por obtener ganancias o al menos para evitar pérdidas» (pp. 5)

Como hemos observado, estas definiciones acaban relegando a una terminología burda y casi apodícticamente se deriva en una falsa dicotomía, la separación entre estado y mercado tan solo puede percibirse como tal, dejando de lado una mediación fundamental; el capital. Lo que termina por romper la premisa básica del Liberalismo, constatando  que la contraposición entre administración pública y privada no es el cisma insuperable que presentan ideológicamente valedores de uno u otro lado (Rojo, 2019, pp. 83). Por tanto, las separaciones entre países capitalistas (de corte liberal, estatistas, mixtos) y socialistas (Lane y Ersson, 1997, pp. 130) acaban constituyendo el mismo modo de producción:

  1. Capitalista-liberal: un alto grado de libertad económica y relativamente poca intervención del mercado por parte del estado.
  2. capitalista-estatista: intervención estatal sustancial en mercados y grandes sectores públicos, aunque el estado sigue comprometido con la institución de la propiedad privada.
  3. capitalista mixto: un estado activista con redistribución de ingresos, intervención y regulación del mercado, aunque el tamaño de la asignación directa de recursos no es tan grande.
  4. socialista: básicamente economías planificadas centralmente con poca libertad económica, privada e iniciativa individual.

En la tabla 1 basada en datos del Banco Mundial, los países socialistas lograron una tasa media de crecimiento del PNB per cápita entre 1965 y 1985 del 5% anual, superior al de la media del resto de regímenes político-económicos del mundo y superior al de los países capitalistas de la OCDE.

Tabla 1: Tasas de crecimiento interanual entre 1965-1985

Regímenes político-económicos Media Máximo Mínimo
Capitalista-liberal (n=30) 1,9 7,6 -2,3
Capitalista-estatista (n=19) 1,6 4,3 -2,6
Mixto (n=12) 2,6 3,5 1,6
Países «socialistas» (n= 8) 5 5,8 4,1

Fuente: Lane y Ersson, 1997, pp. 35, 132.

Es común reivindicar la categoría del avance del «neoliberalismo». Pese a lo desacertado del sustantivo en cuestión —que en ocasiones se emplea de forma en extremo vaga— (Rojo, 2021, pp. 114), otros autores hablan de un «neoliberalismo de estado» (Tzvetan Todorov), o sea, que el estado es precisamente quien quiere permitir el mercado y lo preserva, poderoso instrumento estatal está al servicio de la socialización de las pérdidas privadas, la conversión de las deudas particulares en públicas, la desfiscalización del capital y la refiscalización del trabajo, blindando los privilegios de una minoría, y favoreciendo las condiciones para restaurar y elevar las tasas de beneficio de, al menos, una oligarquía transnacional (La desigualdad ha aumentado en prácticamente todos los países, puedes verlo en el Gini o con el porcentaje de renta que poseen los altos quintiles…), en definitiva, el estado trata de ordenar la relación capitalista, dentro de un contexto y época propios. Dicha relación está basada en la propiedad privada de los medios productivos y la relación salarial, principalmente, que a su vez aprovechan las corporaciones privadas con un objeto combinado: la obtención de rentabilidad mediante la competencia por el valor extraído a las clases subalternas. Así, las funciones de bienestar que hasta la fecha el estado proporcionaba, merced a las conquistas y prosperidad de una etapa de posguerra mundial irrepetible, se encuentran, salvo gran contestación que lo contrarreste, cada vez más minorizadas, sin impedir que el peso e influencia del Estado sean aún extraordinariamente importantes…

Lo que estos autores argumentas es que el Estado, en los últimos treinta años, ha sido gobernado en occidente por políticas que reemplazaron parcialmente la gestión keynesiana, por una nueva línea. Algunos autores la han definido como «neoliberalismo». Si bien sólo parte de su esquema aplicado responde a las recomendaciones de sus fuentes teóricas, la escuela neoclásica y la austriaca. Según dichas corrientes las medidas debieran seguir tres vectores: un fuerte ajuste salarial y laboral, un fuerte retroceso del gasto público y una línea de política monetaria restrictiva. Estas dos últimas no han tenido lugar (Albarracín, 2012). Encarar el neoliberalismo en sus determinaciones abstractas, pero materiales, camino necesario para avanzar hasta descubrir su concreción –y no caer en los problemas en los que cayeron los principales analistas previos–, en pos de ver la razón de ser de las contradicciones entre la noción teórica y la práctica de este, sin embargo, ya mencioné que la acción estatal tiene como determinación estatal la regulación de la venta de la fuerza de trabajo por su valor y, en este mismo sentido, el que esta posea los atributos productivos que el capital requiere según el estado de su desarrollo. En este sentido, la acción estatal reducida en el neoliberalismo es esta, y tal reducción tiene por contenido el mismo proceso ya mencionado como contenido de las expulsiones: la transformación en el proceso productivo de la maquinaria en la gran industria. Tal proceso, otra vez, es una necesidad del capital total de la sociedad, pero tiene que estar personificada, en este caso, por los representantes políticos de los capitalistas. De este modo, ellos deben representárselo como una acción regida por su propio interés específico; por las nociones teóricas construidas históricamente desde su posición. 

La «intervención» es una ley natural del mercado.


Notas:

  1. «valor», me refiero a una relación social por detrás de las relaciones de cosas entre cosas, o sea, la relación sujeto-objeto en la producción, una relación específicamente histórica. Para profundizar en ese aspecto sugiero lo esbozado por Andrew Kliman (2000) o Marx (1867).
  2. «creen que deben combatir instituciones de la vida social con la esperanza de remover, por este medio, ciertas limitaciones que la naturaleza ha impuesto al destino humano, entonces ya es un hijo espiritual del socialismo. Porque es característica propia del socialismo buscar en las instituciones sociales las raíces de las condiciones dadas por la naturaleza, y por tanto sustraídas de la acción del hombre, y pretender, al reformarlas, reformar la naturaleza misma» (Mises, 1922, pp. 107-108)
  3. Las principales tesis circulacionistas que modelan el capitalismo como un sistema definido internacionalmente bien conocido como sistema-mundo de Braudel y Wallerstein implican una totalidad homogénea del mercado mundial aún no existente además de diversas controversias con el intercambio desigual, por lo que identificarlo con este da resultado innumerables inconsistencias históricas. De igual forma, se puede señalar que los burgueses no iniciaron las relaciones de propiedad capitalista pero se nutrieron de estas de manera provechosa, lo cual determina un nuevo cambio a la lógica tradicional de burgués y capitalista. Si se acepta está diferencia, el capitalismo se podría reducir a determinadas relaciones de propiedad más allá de la dicotomía de propiedad privada/estatal. Sin embargo, si el capitalismo (agrario) existió antes de las revoluciones burguesas, estas aún tenían un rol importante en su desarrollo. Tanto la revolución inglesa como la francesa se definen como revoluciones burguesas, a pesar de notables diferencias.

    El Inglaterra la revolución ocurre precisamente porque la propiedad social capitalistas ya están bien desarrolladas y una clase capitalista ya dominante debe barrer las obstrucciones en el estado, mientras somete a las clases subordinadas a interponerse en su camino. En Francia la revolución ocurre porque los aspirantes a capitalistas (o una burguesía aspirante a capitalista) deben derrotar a una clase dominante no capitalista. Dando como resultado que las revoluciones pueden ser burguesas sin ser capitalistas, y viceversa. Se puede afirmar que la Revolución francesa tenía más que ver con la opresión burocrática que con la llegada del capitalismo. Los efectos inmediatos de la revolución afianzaron más que eliminar las formas precapitalistas, no solo consolidando al campesinado sino también el crecimiento del estado y la oficina estatal burguesa. No obstante es posible argumentar que el efecto a largo plazo fue facilitar el desarrollo del capitalismo. Por ejemplo, unificando el estado y eliminando las barreras internas del comercio.

  4. La otra forma de verlo es que la dictadura del proletariado es la centralización del capital y punto. Pero no se trata ya de la influencia de la ley del valor, porque igualmente Marx te dice que en los primeros compases del socialismo «reina el mismo principio que el del intercambio de mercancías» aunque varia en forma y contenido. En forma porque ahora la gente solo puede dar su trabajo (se ve en como cierto carácter fetichista del dinero desaparece dejando explícitamente el trabajo como unidad de cuenta sin enmascaramiento alguno, añadiría que otras funciones importantes del dinero se pierden como el atesoramiento) y en contenido porque fuera de los bienes de consumo personales no hay propiedad privada de los medios de producción. Se trararía en todo caso del papel del Estado
    Yo creo que Lenin tiene razón, Marx lo presenta de forma muy abstracta.

    De que habla Marx, ¿de una sociedad mundial que ha expropiado a la burguesía?, ¿De una sociedad particular que coexiste con otras sociedades capitalistas? Es abstracto, no explica ningún contexto. Si te das cuenta hace precisamente una abstracción, un ideal, con el que puede articular como sería otro tipo de sociedad sirviéndose del análisis del concreto: el sistema capitalista.

    Lenin básicamente dice que en los primeros compases del socialismo, si existirá el Estado porque tiene que ser usado por la clase obrera para terminar de afianzar su control. Una vez no sea necesario este control (tanto para controlar agresiones internas como externas) no será necesario mantener las funciones del Estado que surgen a raíz del conflicto entre desposeídos y poseedores.

    Pero luego yo añadiría una reflexión particular. ¿Y todas las otras funciones del Estado que se basan en la creación de instituciones sociales para resolver problemas de orden social? Engels llamó a esto «Comunidad», pero aquí enfrentamos a Gustavo Bueno porque determinados poderes de algunas capas coexistirían a mi modo de ver.

    Tabla: Modelo canónico genérico del poder político según Bueno

    Ramas del poder político según Bueno

    Fuente: Bueno, 1991 tabla hecha a partir de la Enciclopedia Symploké

    Por ejemplo, el poder planificador, redistributivo, legislativo-ejecutivo y judicial van a existir. Es impensable creer que el derecho y las instituciones sociales van a desaparecer sin más. Desaparecerá el derecho burgués y las instituciones burguesas, o el manejo burgués de instituciones actuales que perdurarán después (como un sistema sanitario público o educativo). Pero creer lo contrario nos lleva a pensar casi como un anarquista.

  5. A diferencia de lo que pensaban los economistas clásicos:

    <<La diferencia de talentos naturales entre las personas es en realidad mucho menor de lo que creemos; y las muy diversas habilidades que distinguen a los hombres de diferentes profesiones, una vez que alcanzan la madurez, con mucha frecuencia no son la causa sino el efecto de la división del trabajo. La diferencia entre dos personas totalmente distintas, como por ejemplo un filósofo y un vulgar mozo de cuerda, parece surgir no tanto de la naturaleza como del hábito, la costumbre y la educación>> (Smith, 1776, pp. 47)

    <<Esta división del trabajo, de la que se derivan tantos beneficios, no es el efecto de ninguna sabiduría humana, que prevea y procure la riqueza general que dicha división ocasiona. Es la consecuencia necesaria, aunque muy lenta y gradual, de una cierta propensión de la naturaleza humana, que no persigue tan vastos beneficios; es la propensión a trocar, permutar y cambiar una cosa por otra.>> (íbid, pp. 44)

    <<Pero sin la disposición a permutar, trocar e intercambiar, todo hombre debería haberse procurado él mismo todas las cosas necesarias y convenientes para su vida. Todos los hombres habrían tenido las mismas obligaciones y habrían realizado el mismo trabajo y no habría habido esa diferencia de ocupaciones que puede ocasionar una gran diversidad de talentos.>> (pp. 47-48)

    <<Cada animal está todavía obligado a sostenerse y defenderse por sí mismo, de forma separada e independiente, y no obtiene ventaja alguna de aquella diversidad de talentos con que la naturaleza ha dotado a sus congéneres. Entre los seres humanos, por el contrario, hasta los talentos más dispares son mutuamente útiles; los distintos productos de sus respectivas habilidades, debido a la disposición general a trocar, permutar e intercambiar, confluyen por así decirlo en un fondo común mediante el cual cada persona puede comprar cualquier parte que necesite del producto del talento de otras personas.>> (pp. 48)


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